lunes. 01.07.2024

“En el cuartucho del cuerpo de guardia quedan dos soldados y el viejo Carmelo y una sola lámpara de luz naranja. Encienden cigarrillos y nos miran con los ojos tristes de cansancio y de un sueño pegajoso y gris como el desierto al que volvemos. La última oportunidad, a pesar del comandante.

 

-¿Quiere usted llegar a Quinto? ¿Cruzar las líneas enemigas? ¿Regresar con refuerzos? ¿Qué refuerzos? Usted está loco. Todos estamos locos. Por eso mismo le dejaré marchar. Váyase con quien quiera, solo uno. Salga por la parte del cementerio y empujaremos el camión artillado por la pendiente de El Calvario. ¿Me comprende? Un despiste para ganar unos minutos. Después corra, o camine, o arrástrese, o haga lo que quiera y llegue al infierno. Vigile a la caballería argelina de esa gente: tienen el sable fácil y afilado. ¿Vio la cabeza de Gómez? Sí, claro. Pobre Gómez. Si llega a Quinto, envíen a alguien a Zaragoza, ya me entiende. Adiós. No, no tengo coñac. Ni una gota.

 

Y salimos del pueblo amparados por la noche oscura, nubes negras sobre un cielo negro. El resplandor del alba, intuido apenas, dibuja algunos perfiles sobre horizontes lejanos. Caminamos deprisa para cruzar la planicie desierta y llegar a las rocas secas del promontorio. Sobre la estepa somos, dice, un blanco fácil. Corremos jadeantes hasta la primera mole ocre y rojiza. 

 

-¡Maldito polvo! -dice él- Nos verán. La región puede estar llena de patrullas del enemigo. Un escondite, amigo, un escondite.

 

Me adelanto corriendo por entre peñascos rotos y artemisa y arena y piedras amarillas, polvorientas. Y allí, el riachuelo ridículo: un hilo de agua que viene de ningún sitio. 

 

-Aquí está bien, amigo. Descansaremos a la sombra de las peñas hasta que baje el sol y vuelvan las sombras. Vigila, amigo. Despiértame cuando tengas sueño.

 

En la estepa desértica pasan las horas, con un sol de fuego, que todo lo quema. No existen los ruidos, ni el aire casi, ni el azul del cielo porque el cielo es blanco, deslumbrante, y tampoco hay moscas porque están muertas por el calor. No hay vida en el páramo y solo vagan espíritus oscuros, atormentados por el fuego del sol de justicia. Yo los veo y ellos huyen, y no pueden hacerme daño porque él me colgó su medalla al cuello. 

 

No puedo dormir. 

 

El reflejo del sol sobre el hilo de agua me hiere los ojos. Un gruñido asoma desde lo profundo de mi garganta.

 

-¿Qué pasa, amigo?

 

Él se arrastra hasta las peñas rojizas y me indica que no hable, que no respire. El ruido sordo y metálico se aproxima. Y algunas voces quedas, solitarias. 

 

-¡Una columna de carros rusos! Se han detenido. ¿Esperan? ¿Qué esperan? Más tropas, sí, eso es: más tropas; y van en dirección a Quinto. Amigo, o corremos o no habrá ninguna esperanza.

 

Avanzamos por el riachuelo para no dejar huellas, aunque baja tan poca agua que las que quedan en el barro se petrifican como pisadas fósiles y podría seguirlas el más torpe de los guías. Es bueno el contacto templado del agua marrón. Las arenas ardientes del desierto queman las alpargatas que se deshilachan como telas de araña. No sé si ha caído la tarde o las nubes han cubierto el cielo azul de un gris plomizo y denso. Fuera ya del torrente medio seco volvemos a levantar una polvareda visible desde muy lejos: hemos salido de las últimas rocas de la pequeña sierra del Saso. Todo es amarillo y naranja. Demasiado amarillo: el puro desierto, la estepa desolada y sola por donde vagan errantes nuestras propias sombras.

 

-No quería amanecer aquí, en esta parte, ¡rediós! -clama él- Acortaremos, pero es el centro mismo del infierno y no hay una maldita sombra en muchos kilómetros a la redonda.

 

Y seguimos adelante como prisioneros del polvo y de la arena. Mi amigo se tapa los ojos con el brazo y se protege de las ráfagas de viento. Yo no puedo. Dejo caer los párpados y los granos de arena se estrellan ahí como cuchillos. Y no veo más que sombras rojas. La boca seca y llena de tierra: no puedo, no puedo sacar la lengua, pegada al paladar. Antes de que me estalle la cabeza veo al jinete de la boina roja.

 

-Dura es la travesía, paisanos. ¿Dónde van?

 

Mi amigo no lo ha visto y, por eso, no responde.

 

-¿No podéis hablar, paisanos? La lengua muerta, ¡eh, vosotros! 

 

El jinete ha detenido el caballo blanco, imponente, ante nuestros cuerpos resecos. Nos hemos parado, inmóviles como los árboles que aquí hubo hace miles de años.

 

-¿No sabemos saludar al general Cabrera, hijos de mala madre? ¡Pordioseros liberales! Hombres sin religión y sin alma. Yo tengo alma y vago a caballo en busca del consuelo. Vosotros no podéis dármelo. Nadie da lo que no tiene, miserables. Vago como el Judío Errante hasta que se me abran las Puertas. Merecí otro Destino pero no ocupé Madrid en 1836, la Expedición Real, cuando vendí mi alma a los ingleses, aquellos diablos. No hubo ayuda, ni armas, ni rey legítimo. Solo dinero y lujo. Me obligaron a abjurar de la Causa. Abjuré porque había vendido el alma. Mi alma se vino a estos desiertos y fue torturada por los asmodeos y los baales. Luego llegó el cuerpo que véis. ¿Lo véis, me véis desgraciados? Galoparé por los límites del Abismo hasta que alguien ofrezca 70 veces 7 sagradas Misas por mi alma y por mis huesos. ¡Decidlo a los cristianos!

¡Abrid paso!

 

Mi amigo no ve nada y avanza hacia el caballo. Y atraviesa el caballo y al general, y a su bastón en alto que golpea el aire encendido, abrasado. El horno se ha tragado a Cabrera y el desierto ha vuelto a la soledad habitada de hálitos muertos. La podredumbre de todos los pobres diablos y de todos los pobres locos. 

 

Aquella polvareda, al fondo, en el horizonte que dejamos atrás no es el general Cabrera, sino la columna motorizada de carros soviéticos. Y mi amigo aprieta el paso. Se tambalea. Cae. Acerco la cabeza a su cara: está ardiendo. Agarro la cantimplora y la vuelco sobre aquel rostro abrasado. Abre los ojos.

 

-¿Qué? ¿Qué haces? ¡No malgastes el agua, maldito! ¡Suelta!

 

Me aparta de un empujón y se pone en pie, temblando.

 

-¡Vamos!”


 

No hay palabras para la guerra - Capítulo 30 [Parte 1]