lunes. 01.07.2024

DE LAS MEMORIAS DEL BRIGADA MARTORELL

 

Nota del transcriptor:

 

He procurado respetar en todo lo que me ha sido posible escrupulosamente el original. Me he visto obligado a pulir la sintaxis, la ortografía y adecuar ciertos giros reiterativos. En alguna ocasión, he tenido que acabar frases incoherentes, completar datos o párrafos deslavazados.

En los diálogos me he permitido mayores libertades –que hubieran sido aceptadas jubilosamente por el brigada-, introduciendo innovaciones con la finalidad de dar al escrito mayor cohesión e interés, siguiendo la pauta periodística de recogerlos del propio contexto, para no desvirtuar el estilo y los hechos. Se mantiene así esa manera de escribir, tosca, como de atestado policial, muy propia de un hombre moldeado por la observancia estricta de la ley y que hizo de su cumplimiento la razón fundamental de su vida.

 

Memorias, página 63 y siguientes:

 

Ayer hablé con Rogelio Comas, de la FAI. Fue en la taberna Bou –carretera de Collblanch, 17-. Me dijo que los anarquistas lo habían perdido todo: el poder, la calle, los cargos.

 

-Eroles, Alvarez, García Oliver, Ascaso en Aragón. Todos fuera. Creo que a este Ascaso lo van a enviar a San Miguel de los Reyes, brigada. Los comunistas controlan Cataluña. Conoce el asunto de Andrés Nin, ¿no?

-Sí, claro.

-Dicen que era un espía alemán, que trabajaba para los de Franco. 

Mentiras, yo creo.

-No lo dude, Comas. Amigos de usted me habían advertido de la presencia de los hombres de Orlov en Barcelona. Me temo que tengo al SIM (Servicio de Investigación Militar) pisándome los talones, como lo ha tenido Nin. Han sido ellos. Se lo han llevado a Alcalá de Henares y el gobierno de la República es cómplice.

-Mire, brigada, sea lo que sea y por abreviar: desaparezca por una temporada. Nosotros ya no podemos protegerle. Incluso es probable que alguno de los nuestros, torturado, llegue a delatarle. He conseguido que usted se convierta en el “tío” de mi hijo, que saldrá dentro de un mes hacia el frente de Aragón.

-¿La ofensiva que va a dirigir el general Pozas? Luego, es verdad el rumor.

-Sí, es verdad. Mi hijo, usted lo conoce, es un idealista y se empeñó en alistarse en un batallón nuestro. Pero no tiene experiencia, ¿qué va a tener, maldita sea, con dieciocho años? Y el frente no es la calle.

-No. No tendrá amiguitos que le protejan.

-Sí. Usted. Hágame el favor, brigada. Bueno, nos hacemos el favor mutuamente, usted escapa de los sabuesos de Orlov y del SIM y yo me quedo más tranquilo. ¿Qué me dice?

-Se lo agradezco, Comas.

-Nunca olvidaré cuando usted me colocó en La Seda de Barcelona, después de que yo montase un follón en La Maquinista.

-Eran otros tiempos, Comas. Teníamos unas reglas de juego.

-¡Sí, maldita sea! Pero estos comunistas no respetan nada, nada de nada.

-Y usted, Comas, ¿qué va a hacer? 

-Intentaré llegar a Francia con Serra.

-¿Serra? Este sí que es un sinvergüenza.

-Ha robado todo lo que ha podido, es cierto. Un canalla. Está con nosotros porque encontró una manera fácil de ganarse la vida, pero la revolución le importa un bledo. Lo que ocurre es que tiene buenos contactos. Yo solo lo utilizaré para llegar a la frontera. En Francia tengo familia. En Carcasona. Pero, bien, brigada, ¿acepta el trato? Cuide usted de mi hijo, no tengo otro. Por favor.

-Supongo que no me queda más remedio, Comas. Aquí cada día que pasa tengo menos margen de maniobra. Oiga, ¿sabe usted si aquel muchacho de buena familia, Pagés Raventós, logró embarcarse hacia Italia? 

-Sí, no se preocupe.

-¿Pagaron lo convenido?

-Sin que faltara un céntimo.

-Otra cosa: aquel sinvergüenza, Ernesto, ¿qué sabe de él? Era compinche de Serra, ¿no es así?

-Sí, brigada. Pero acabaron peleados; el dinero, se lo puede imaginar. Es posible, que se lo encuentre usted en Aragón.

-¿No me diga?

-Le digo. Serra estuvo a punto de vender a Ernesto a los del SIM.

-Entre miserables anda el juego, Comas.

-Sí.

-Mañana, aquí otra vez y le digo algo. ¿Le parece? ¿Me invita?

-Claro, brigada. Pero no me diga que no, hombre. Es por mi hijo. Lo tengo todo arreglado en el Comité.

 

Rogelio Comas era un sindicalista honrado, de los que montan las huelgas convencido y no usan la violencia si no es imprescindible. Quiere que el pueblo esté instruido y eso de andar pegando tiros a diestro y siniestro no le parece muy formativo. Se dispara solo cuando es necesario. Yo creo que nos entendemos bien por esta razón. Soy de la opinión de que disolver una huelga a golpes de máuser es el último recurso. Rogelio Comas está con los libertarios del yoga, de la higiene y de la cultura popular.

 

-No lo hará, brigada, ¿no? –me dijo en una ocasión.

-No, Comas. Pero usted ha ido esta vez demasiado lejos. 

-Voy a negociar. Deme dos horas.

-¿Sin jaleo?

-Sin jaleo, brigada.

 

Y Comas cumplió. Esta fue la segunda o la tercera huelga, en la factoría de Fabra y Coats, si mal no recuerdo. Tuve que aceptar que despidiesen a Comas. Luego lo metí en las Cavas Codorniu. Buena gente. Al día siguiente se ultimaron los preparativos para el viaje hacia el frente aragonés.

 

-Tiene todo mi agradecimiento, brigada.

-Poco tenía que pensar. Hice algunas averiguaciones en su Comité.

-Mi hijo estará con Antón, García y Fraile. Manuel y Expósito también van en ese batallón. Todos amigos. 

-Eso me dijeron. ¿Algún comisario político? Me imagino que nunca estarán en sus unidades, aunque después de lo de estos días de Mayo no estoy muy seguro.

-No, brigada. Por lo menos en nuestro batallón, perdón, en su batallón, no hay comunistas.

 

El viaje al frente fue tranquilo. Apretaba el calor y los Monegros me recordaron al Rif. Incluso parece que los nacionales tenían la línea defensiva, muy débil, basada en blocaos al estilo africano: pequeñas guarniciones en pueblos perdidos que cubrían un frente muy amplio. Cuando llegamos a Bujaraloz, el cuartel general de Pozas, nos encontramos con toda aquella gente de las brigadas de Líster, de Modesto, de El Campesino. Y a los de las Brigadas Internacionales. Muchos ingleses y americanos. Todos comunistas. Lo cierto es que no confraternizamos mucho. Estábamos acampados a bastante distancia del pueblo. Ellos se habían quedado con lo mejor, después de que los de Líster acabasen con los representantes del Consejo Anarquista. Hablé con el hijo de Comas. También se llamaba Rogelio.


 

No hay palabras para la guerra - Capítulo 13 [Parte 1]