Novela final sobre la vida inconclusa del brigada Martorell
Para situarnos:
«No juzguéis al mundo que parece abandonado por Dios: está habitado por Dios. No juzguéis a la humanidad, que aparentemente ha matado a Dios: Dios la ha salvado. No juzguéis el fracaso de Dios, pisoteado por instituciones que se entregan a Satanás, escarnecido en la debilidad de los sacramentos:
el poder y la gloria de Dios están allí presentes». Charles Moeller
«En la vida, sólo hay dos partidos entre los que es preciso escoger: venderse o entregarse». Antoine F. Rondelet
Un prólogo
Los hechos que se narran están inspirados, en gran medida, en acontecimientos reales. Han sido situados en otro tiempo y, algunos, en otros lugares. Sucede lo mismo con los protagonistas: casi todos existen o existieron, aunque sus nombres, en ciertos casos, son ficticios. En cuanto a los personajes y a los avatares históricos, fácilmente reconocibles por los aficionados a la historia, también han sufrido, en determinados casos, pequeños cambios. Se cita, por ejemplo, al famoso pionero la CIA, Wild Bill Donovan, pero sus actuaciones tuvieron lugar durante los años 30 y 40 del pasado siglo, al frente de la OSS. Mihail Koltsov -o Kolstov- estuvo en España durante la Guerra Civil, pero como corresponsal de Pravda y, que se sepa, nada tenía que ver, en principio, con la NKVD o la GPU, los dos servicios policiales soviéticos que operaban en nuestro país. Por otro lado, Alexander Orlov, jefe de la NKVD, tuvo destacadas intervenciones de carácter represor -el secuestro y asesinato del líder del POUM, Andreu Nin, por ejemplo-, pero no es seguro que estuviera en Barcelona para descabezar a la quinta columna.
Sobre las actividades de las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos en China y en el sudeste asiático hay abundante documentación histórica, en gran parte ya desclasificada. El coronel Harris vive actualmente en Florida una tranquila jubilación en compañía de su esposa vietnamita, de sus hijos y de sus nietos. Naturalmente, no se llama Harris, sino Haribey Estampa. El brigada Martorell murió hace tiempo. Todo lo que se cuenta sobre él es cierto, hasta los detalles más banales. Pero, como habrán adivinado, no se llamaba exactamente así. Dos apuntes para terminar. Uno: que nadie busque en esta novela a los buenos y a los malos. No los encontrará. Los planteamientos de algunas sagas sobre la rotunda división entre el bando del bien y el bando del mal nos parecen demasiado próximos al maniqueísmo y a determinada propaganda política. Ya nos advirtió aquel judío exaltado que recorrió los campos de Palestina hace más o menos dos mil años, que el trigo y la cizaña crecen juntos en el mundo y en el corazón de cada hombre. También nos previno sobre los juicios apresurados y las decisiones drásticas antes del tiempo señalado y tomadas por quienes no tienen potestad para hacerlo. No creemos en los salvadores mundanos, esa especie que tanto abundó en el siglo XX.
Y dos: el ruego de que nadie desespere. Una muchacha judía, Etty Hillesum, muerta en Auschwitz, escribió en 1942: «Si, por la desgracia de esta época, acabara yo sintiendo verdadero odio, mi alma quedaría herida y debería procurar curarme cuanto antes». Amén.