domingo. 29.09.2024

Nadie hablaba en la ambulancia. Una carretera de noche produce una suerte de hipnosis. Los faros y las líneas blancas conducen a un vacío que se va llenando cada cincuenta o cien metros, el alcance de las luces. Es un vacío que absorbe incluso las ideas y que da sueño. Sólo a veces pensamientos inconexos adquieren mayor sustancia, y suenan entonces en la mente como gritos de almas que se hubieran colado en este mundo infernal por algún desgarro en la trama de las cosas. Sin embargo, ni Fran ni Martorell dormían. María detrás, rendida por el cansancio, parecía tener pesadillas. Carmelo roncaba, una vez más. Y el ruso intentaba librarse de sus ataduras. No lo conseguía. Despertó a Carmelo, dándole patadas.

 

-¿Qué… qué pasa? 

-Chsssst. Tú no despertar Marría, callar. Tú soltar mi mano. Mucho dolor. Mano azul. Tú miras aquí. Doler. Tú por favor soltar mano, amigo. 

-Pero yo… el brigada… 

-Tú amigo. Tú soltar. Luego tú dormir, no problema. El ruso movía frenéticamente los brazos atados. ¡Mucho dolor, tú soltar un poco!

 

Carmelo no era consciente de sus actos. El sueño entorpecía sus movimientos y sus reflejos. El ruso insistía. Carmelo, por fin, se acercó al preso y empezó a aflojar el nudo. 


 

Harris - Parte 2