domingo. 29.09.2024
Novela primera sobre el citado brigada Martorell [Parte 2]

Gaudí, Picasso y el arte de matar - Capítulo 28 [Repulsivo y diabólico]

La condena a muerte a Francisco Ferrer Guardia empuja definitivamente a Pablo Picasso a abandonar Barcelona. Promete que para siempre. El artista vuelve a París donde exhibe el último cuadro dibujado en España: “Las señoritas de Aviñón”. El cuadro es vendido en subasta por un precio más bajo que otras creaciones del pintor. Picasso cree que su obra ha sido vilipendiada por otros artistas que, movidos por la envidia, aún no han sido capaces de digerir su éxito. Cuando se mira al espejo, Pablo Picasso ve al rey del modernismo. “Y después de mí, nadie nada más”, declaró en cierta ocasión a un grupo de periodistas. El malagueño no se olvida de lo que Antonio Gaudí le dijo a su marchante Rafael Domenech cuando éste le pidió opinión sobre el cuadro inspirado en varias prostitutas del Raval: 

 

-Repulsivo y diabólico, el cuadro dice más de lo que expresa.

 

-¿Que quiere usted decir, don Antonio? -le pregunta el marchante de Picasso. Pero Gaudí guarda silencio. 

 

El arquitecto de la Sagrada Familia y el Parque Güell ha abandonado ciertos ambientes después de que la prensa le relacionara con la masonería. Aunque él siempre lo negó, lo cierto es que ya no frecuenta a la misma gente y declara sin rubor su fe católica en un mundo -a menudo tan anticlerical- como el de los artistas. Don Antonio confiesa a sus más íntimos el horror, pero no la sorpresa, que le produce la sucesión de crímenes, secuestros, orgías y pederastia que asolan Barcelona desde hace algunos años. El caso de Teresita Guitart y la muerte de la prostituta Enriqueta Martí le conmocionan. Tanto es así que acude, en contra de los consejos de sus más allegados, a hablar con la Guardia Civil. Se lo confiesa a Rafael Domenech:

 

-He visto algo en el cuadro de Picasso que me inquieta, son símbolos ocultos que el común de los mortales no sabe interpretar. Esa media luna al lado de las frutas, las putas del Raval… creo que ya he comprendido la obra de verdad, voy a hablar con la policía.

 

-¿Con la policía? No haga eso, don Antonio, no tiene la mayor importancia, no pierda el tiempo ni distraiga a la Guardia Civil con historias así, seguro que están muy ocupados con la investigación.

 

Gaudí está decidido, no hay quien detenga a un hombre de su determinación y su edad. Antes de dirigirse a la comisaría más cercana, el arquitecto no perdona la misa en la Iglesia de San Felipe Neri situada en la plaza del mismo nombre del barrio gótico. Camina el artista pensando, muy serio, en lo que ha visto en la obra de Picasso, que aborrece casi tanto como la recomendación de Domenech de eludir la vía policial, como si lo que ha visto en el cuadro fuese una majadería. Hablar con la policía mantiene su conciencia limpia, lo único que le importa en esta Barcelona retratada con los peores vicios. Ensimismado en sus pensamientos, el artista cruza la Gran Vía de las Cortes Catalanas y es arrollado por un tranvía entre las calles que representan dos victorias ante el invasor napoleónico: Gerona y Bailén. Gaudí yace en el suelo ante la indiferencia general. Pasan los minutos y nadie se preocupa del hombre que acaba de ser atropellado en el centro de una ciudad que demuestra así lo peor de la modernidad y el desdén de las grandes urbes. La primera persona que se acerca a socorrerlo es un guardia civil, que para un taxi que le conduce hasta el hospital de la Santa Cruz. Antes de expirar, Antonio Gaudí aún tiene fuerzas para decir algo:

 

-¿Cómo te llamas, muchacho?

 

-Francisco, me llamo Francisco Martorell.


 

Gaudí, Picasso y el arte de matar - Capítulo 28 [Repulsivo y diabólico]