lunes. 01.07.2024
Novela primera sobre el citado brigada Martorell [Parte 2]

Gaudí, Picasso y el arte de matar - Capítulo 25 [Silencio]

-No te lo preguntaré más veces: ¿Qué has hecho con las niñas? ¿Las has explotado sexualmente? Como no respondas vas a estar aquí el resto de tu vida.

 

Francisco cerca a la proxeneta, a la puta, a la mujer de Pujaló, a la que advierte de que no volverá a ver la luz del sol: está acusada de secuestro y corrupción de menores. Por más que amenaza y grita, Francisco se estrella contra el silencio de Enriqueta, que no está dispuesta a hablar. Su detención no le incomoda ni le supone presión alguna para colaborar con la justicia. El brigadilla se enfrenta a sentimientos contradictorios, por un lado siente cierta decepción por lo que afecta colateralmente a Pujaló, un buen hombre, y por otro, una profunda frustración por no haber sospechado de ella en ningún momento. La misteriosa mujer no sólo es puta y proxeneta sino que además secuestra y explota niños, no quiere ni imaginar lo que sentirá Joan cuando se entere.

 

El registro en el piso de la calle Poniente desvela un hallazgo terrible: Enriqueta guarda ungüentos y otras pócimas extrañas, parece ser que como remedio para la tuberculosis, según apunta la prensa. Se escriben cosas espeluznantes, se dice que esta mujer es una secuestradora habitual de niños a los que mata para hacer de ellos cremas y remedios milagrosos contra enfermedades. Algunos titulares atribuyen a la misteriosa madame la categoría de asesina en serie (“la asesina del Raval”), pues los hay que especulan con la posibilidad de que sea la autora material de todos los crímenes cometidos en los últimos tiempos. No hay benevolencia para ella en estos días de rumores y sobresaltos.

 

La Guardia Civil le pregunta por todas estas cuestiones, pero ella alarga su pacto con el silencio. Finalizado el interrogatorio, sin éxito, Francisco advierte a sus superiores de que la mujer perdió no hace mucho a su hijo, pero no lo dice como eximente: es el motivo por el que está peleada con el mundo y se niega a declarar. El amigo de su marido que les acompañó y dio el pésame el día más duro de sus vidas no merece ninguna explicación -si es que la hay- sobre las dos niñas encontradas en su piso. Sin embargo la puta no ve al hombre que les alentó en la terrible pérdida de su hijo, sino al agente secreto que se ganó su confianza haciéndose pasar por proxeneta, una traición ante la que se siente humillada. Antes de que la vuelvan a meter en el calabozo, Francisco le echa una mirada fría y le advierte:

 

-Enriqueta, si te niegas a declarar para tapar a terceras personas, te aseguro que lo peor que puedes hacer es seguir callada. Al final todo se acaba descubriendo.

 

Al brigadilla no le encaja el silencio al que se aferra Enriqueta Martí. Su instinto le empuja a contar con la posibilidad de que esté tapando algo aún más grave. Y no debe ser cualquier cosa porque asumir con naturalidad las acusaciones de secuestro y corrupción de menores suscita las peores especulaciones. De momento la mujer seguirá en prisión provisional, aunque la muchedumbre espoleada por la prensa ya pide su cabeza. 

 

Ni siquiera en el Raval hay piedad para una de las suyas. El barrio está señalado nuevamente y eso no gusta a nadie. Las calles, en plena ebullición, son el reflejo del nerviosismo instalado, se aprecia un mayor tránsito de viandantes, se comentan las novedades aparecidas en los periódicos y las cada vez más habituales redadas policiales en las casas en las que se ejerce la prostitución. Pareciera que de pronto las autoridades han descubierto por sorpresa que en el Raval hay putas prácticamente en cada esquina. No hay escándalo que no vaya seguido de la sobreactuación del poder y el barrio está siendo testigo de ello. El gobernador civil ha venido a hacerse la foto y a declarar ante los periodistas que los criminales jamás lograrán imponer el terror ni someter a la justicia ni a las gentes de buena voluntad.

 

En ese ir y venir de gentes irrumpe Francisco con la misión de gobernar el caos, pues su identidad todavía no ha sido desvelada. Esta ventaja, cada vez más cerca de diluirse, debe ser aprovechada para llegar hasta el fondo de la cuestión, a ese lugar prohibido del que se niega a hablar Enriqueta y en el que sospecha que se esconden más tipos como José Ignacio Milá. Anselma llega con noticias frescas: ha hablado con una prostituta que asegura haber participado en una orgía organizada por Enriqueta en su propio piso.

 

-La mujer está muerta de miedo, Francisco; me ha dado nombres.

 

Se trata de un regalo caído del cielo, un soplo que el brigadilla no sólo no puede desaprovechar sino que debe manejar con astucia. A estas alturas del caso no va a precipitarse, y más cuando se trata de información delicada, de modo que sean cuales sean los nombres no dará un paso en falso. Anselma suelta a su jefe todo lo que sabe:   

 

-Al fin le encuentro. No sabe lo que me cuesta decirle esto. Hay una chica, de las de Enriqueta, que estuvo en una orgía en su casa muy poco tiempo antes de la detención. Me ha contado que allí había cuatro hombres llamados Carles, Pablo, Ángel y Francisco; que en la casa había otras cuatro mujeres además de Enriqueta; que además en una habitación la anfitriona decía tener una sorpresa preparada para los hombres: una niña; que uno de los hombres (cree que Pablo) entró en la habitación de la pequeña en la que estuvo un buen rato; que cuando esta mujer se dio cuenta de lo que había en la habitación se marchó de la casa espantada. 

 

Francisco aún no ha perdido la sensibilidad ni la empatía, pero ya no se estremece con nada desde que participó en la detención de Enriqueta y vio a las dos pobres niñas recluidas en el piso. Un espanto, en realidad, para el que estaba preparado en el mismo momento en que Joan Pujaló le contó su experiencia en el piso de Milá del paseo de Gracia.

 

Anselma, puta veterana, jamás sería capaz de participar en nada semejante o dejar que alguna de las chicas de don Francisco se arrastrara a tal cosa. Por eso siente lástima de la prostituta de Enriqueta, que al menos puede alegar que huyó a tiempo del horror.  

 

-Ahora está muerta de miedo, cree que la están buscando para que no hable, que incluso teme por su vida. La chica me ha dicho que se va de Barcelona, pero está tan asustada que ni siquiera confiaba en mí para contarme adónde.

 

Francisco le da vueltas a los hombres que estuvieron en la orgía del piso de la calle Poniente 29: Carles, Pablo, Ángel y Francisco cuando se dispone a hablar con Joan Pujaló, un trámite tan duro como inevitable, aunque también es cierto que las circunstancias obligan, pues no hay otra persona en el Raval que le pueda aportar más y mejores pistas sobre estos hombres. Un trago en el bar Marsella amortiguará el golpe, no hay duda.


-No es fácil lo que tengo que decirte, Joan. 

 

El brigadilla arranca ya con el primer trago de absenta en el cuerpo.

 

-Joan, seré franco: hemos detenido a tu mujer.

 

Pujaló no muestra aparentemente sorpresa alguna, más o menos esperaba algo así desde que murió Nicolau. La ciclotimia fatal que provocó el dolor por el hijo perdido acabó por hundir a Enriqueta del todo. Ahora pregunta resignado quien nunca quiso saber ni hacer preguntas de más:   

 

-¿En qué lío se ha metido?

 

La experiencia sugiere a Martorell evitar salir por la tangente, cuanto más rápido y directo sea uno en estos casos, mejor. 

 

-Joan, el caso es que Enriqueta tenía escondidas en un piso de la calle Poniente a dos niñas, una de ellas la recién desaparecida Teresita Guitart. Por ello se le acusa de secuestro, aunque esto no es lo peor. Además de ejercer de proxeneta, tu mujer está acusada de corrupción de menores, pues al menos una niña ha sido utilizada durante una orgía en este mismo piso. Por si fuera poco han encontrado distintos trozos de huesos y ungüentos de grasas que se están investigando por si contuvieran restos humanos. De confirmarse, también habría que sumarle el cargo de asesinato. Será difícil que salga alguna vez de la cárcel, Joan.

 

Aunque siente un enorme disgusto, al fin descansa. El coraje de Pujaló es admirable, por cuanto su afán de justicia es sobre todo una lucha contra sí mismo, su débil y pobre carácter ha condicionado y mermado una trayectoria vital en la que nunca fue capaz de dar el salto hacia grandes retos. Por eso Pujaló quiere evitar que los arañazos en el alma le arrastren a la oscuridad. Nada de esconderse. Es el primero que desea justicia y ver que los culpables de las mayores atrocidades pagan por ellas, aún se le encoge el corazón al pensar en la inocencia arrebatada a los menores víctimas tanto de su esposa como de las perversiones del piso de Milá.

 

El dueño del Marsella se acerca a la mesa, Francisco pide otro trago de absenta. También para Pujaló, al que se le enrojece la cara y se seca el sudor de la frente. No es ojo por ojo lo que anhela, pero está furioso y no descansará hasta ver a los malos perder.

 

-Hay que acabar con esto, Francisco. La policía me estará buscando para que declare sobre lo de mi mujer. Pienso ayudarles en todo lo posible, y además pienso contarles lo que vi en el piso de Juan José Milá.

 

No le ha gustado nada esto último a Martorell.

 

-Verás, Joan, creo que lo mejor es que no te pronuncies aún por esto último. Déjalo estar hasta tenerlo más claro. Si no han detenido a Milá será por algo, supongo que si Luciano Domenech no ha cantado a pesar de ser el único detenido, tiene que tener alguna explicación que se nos escapa. Por cierto, me gustaría que me dijeras si ves alguna relación entre los siguientes nombres: Carles, Pablo, Ángel y Francisco. Son los hombres que participaron en la orgía organizada por Enriqueta, no sé más que eso. ¿Te encaja que Enriqueta pudiera conocerlos de algo?

 

Pujaló se queda unos segundos callado, con el gesto pensativo. Al fin, se decide a hablar:

 

-No sé con quién puede tener relación Enriqueta, me espero cualquier cosa, pero si pienso en gente del mundo del arte se me ocurren varios nombres que pueden conocerse, Pablo y Ángel podrían ser Pablo Picasso y Ángel Fernández de Soto al que, por cierto, le dedicó un cuadro. Precisamente el otro día me dijeron que vieron a Pablo Picasso en el Edén Concert con Ángel y con una tercera persona, por lo visto también residente en París. Desconozco si se llama Carles o Francisco.

 

Martorell dice menos de lo que sabe. Al servicio secreto de la Guardia Civil ha llegado una reciente información que sitúa al conocido masón Francisco Ferrer Guardia en Barcelona después de marcharse a vivir a Francia tras ser involucrado en el atentado contra los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en Madrid. Las pistas recabadas por los agentes apuntan a que podría ser uno de los instigadores de la Semana Trágica de la ciudad catalana. El brigadilla ha leído un informe en el que se detalla que Ferrer Guardia estaría intentando reabrir su proyecto de la Escuela Moderna tras ser clausurada en 1906 por estar tras el intento de magnicidio real. El seguimiento realizado al profesor desvela noches en cabarets del Raval, es asiduo al ambiente de los artistas, por lo que no sería descabellado pensar que se trata de la tercera pata de la mesa. Además ha llegado procedente de París tal y como dice Pujaló. Tan solo quedaría por saber quién es Carles.

 

Claro que todo sería más fácil si Enriqueta decidiese colaborar con la policía. Muy pronto será juzgada -en el mejor de los casos pasará el resto de su vida entre rejas- y el miedo a una dura condena no altera un ápice su silencio. Francisco aún no tiene claro si esto forma parte de una calculada estrategia para encubrir a terceras personas o si tan solo es la resignación de quien no tiene más ilusión por la vida.



 

Gaudí, Picasso y el arte de matar - Capítulo 25 [Silencio]