domingo. 29.09.2024

Mientras una ambulancia silenciosa cruzaba la ciudad en dirección a Francia, un tipo que se parecía a Edward G. Robinson hablaba desde una cabina de teléfono. 

-…Escucha, Ulianov… piiit… wrzzzzggg… No se oye bien, no… Sí, ya han salido. El maldito brigada los ha tenido….. prgggssssxztriiii… en el cuartelillo toda la noche… Sí, a Escala también…. wrzxxttt… Sí, sospecha de todos… piiiiiit… No, no les sigáis… Mejor en Francia, sí… Les protege un coche camuflado… kriiiit… de la Guardia Civil hasta la frontera… Sí, suerte… Saluda a Igor… piit, ¡cloc! Bueno, no les envidio la suerte a esos de la ambulancia. ¡Bon voyage, chicos! 

 

                                                    * * * * * * 

 

 

-La prensa del día, mi coronel. 

-Gracias, Ramírez.

 

«Mundo laboral: se extiende por todo el país el paro de transportistas de mercancías». Fotografía de un Land Rover matrícula B-7870 BL volcado en plena calle. Pie de foto: «Alrededor de las ocho de la tarde, los grupos de manifestantes que alteraron gravemente el orden público en diversos lugares de la ciudad volcaron un vehículo en el Paseo de Gracia, entre Caspe y Plaza de Cataluña. Poco después fue retirado por una grúa de la Policia Municipal. En la misma zona rompieron los cristales de una cabina de teléfono, y numerosos coches fueron arrastrados y colocados sobre la calzada para entorpecer el tráfico. (Foto Postius)». 

«Grupos de manifestantes incendiaron un autobús y causaron destrozos en comercios e instalaciones. Las fuerzas de la Policía Armada los dispersaron con bombas de humo y balas de goma».

 

-El brigada Martorell acertó, mi coronel. 

-Sí, Ramírez. ¿Sin novedad en la salida? 

-Sin novedad, mi coronel. Ya deben de estar en Francia.  

-Hablando de Francia, ¿hay alguna nueva noticia de los dos inspectores de policía secuestrados en Hendaya? 

-Nada nuevo, mi coronel. ETA tampoco ha reivindicado el hecho. 

-Ni lo harán. No se meterán en líos con los franceses. 

-Una pena, mi coronel. 

-Pues sí, Ramírez. ¿Usted recuerda a Donovan? 

-Algún informe he visto por aquí, sí. Pero, personalmente, no. Yo era muy joven en aquel entonces. Un elemento de la CIA, ¿no? 

-Efectivamente, Ramírez. Pues a la CIA tampoco le interesa, hoy por hoy, que los de ETA tengan líos en Francia. 

 

El coronel recordó vivencias personales, viejos informes y libros recientes. Siempre pensó que el terrorismo en el norte tenía orígenes foráneos, intereses espurios y ramificaciones escabrosas. Era un poderoso elemento de chantaje para el gobierno francés, carne de cañón para los británicos y asesinos a sueldo para los norteamericanos. El régimen de Franco no podía subsistir sin el apoyo anglosajón, sin embargo ¿cuándo lo dejarían caer? Buscó en uno de esos libros.

 

“Centrémonos solamente en los últimos 60 años de la historia del Partido Nacionalista Vasco. En la primavera del 36, Telesforo Monzón, entonces militante del PNV y en la transición de HB, asistió a reuniones en Guipúzcoa en las que se tramaba la rebelión de las derechas contra el Frente Popular. En el verano, comenzado ya el Alzamiento, por Bilbao circularon rumores de que el partido nacionalista, entonces muy confesional, estaba en contacto con el Gobierno inglés para recibir armas con las que enfrentarse a los rojos. A la vez, en esas semanas cruciales, entre julio y septiembre, los dirigentes del PNV trataron con agentes de los dos bandos que querían captarles y se vendieron al que hizo la mejor oferta, en este caso, el Estatuto de Autonomía concedido por el Gobierno de Francisco Largo Caballero. Con su Gobierno autónomo, el PNV no paró de jugar a dos barajas a tenor de cómo marchara la guerra. Cuando comenzó el avance de las tropas de Mola (en su mayoría navarros y vascos) sobre Bilbao, los jelkides mantuvieron contactos con diplomáticos italianos y mensajeros del Vaticano para pactar una paz separada y abandonar a sus aliados del Frente Popular. El asunto acabó en la rendición en Santoña y Laredo de unos 30.000 hombres a las tropas de Benito Mussolini. También se tanteó a los británicos (el nacionalismo vasco burgués siempre ha padecido de anglofilia), pero éstos prefirieron hacerse los suecos. Pese al desastre, el PNV no se enmendó. En 1938, el lehendakari José Antonio Aguirre y el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, enviaron a Londres y París una propuesta para que estas potencias constituyesen sendos protectorados en Euzkadi y Catalunya, que a cambio tendrían políticas exteriores favorables a ellas.

Tras la derrota del Frente Popular, el jelkide Jesús María Leizaola propuso al PNV como medio de lucha contra el régimen franquista la penetración en su aparato administrativo, que hombres de confianza ingresasen en Falange, el funcionariado y demás organismos y pasasen información.

 

Durante la Segunda Guerra Mundial, el PNV se presentó a los dos bandos. 

Pese a que los alemanes habían bombardeado Guernica y apoyado a los nacionales, grupos de peneuvistas confiaban en que la victoria nazi, probable hasta principios de 1943, les permitiera obtener unas migajas. Se adujo el carácter pre-indoeuropeo de los vascos como argumento agradable al Tercer Reich. Tanto en Bilbao como en San Sebastián hubo contactos entre los espías y diplomáticos nazis con los separatistas. En el País Vasco francés, como en Bretaña y Cataluña Norte, muchos nacionalistas se acercaron a los ocupantes a ver si caía una Guatemalita. Entre los abertzales colaboracionistas destacó Eugène Goyeneche. Pero el PNV también rondó a los Aliados. A fin de cuentas, el Gobierno vasco y los burukides exiliados estaban refugiados en Gran Bretaña y Estados Unidos. Con los objetivos de congraciarse con el vencedor y de que éste le hiciese el favor de derrocar a Franco, el PNV puso al servicio de los Aliados una organización de fuga entre Francia y España, y también de espionaje. Un puñado de vascos formó el batallón Guernica, que combatió en la liberación de Francia. Luego, el mando aliado entrenó a 114 vascos en las cercanías de París en la lucha de comandos. Su misión, según dicen los abertzales, era, ni más ni menos, que participar en la conquista del refugio alpino de los nazis en Baviera. Sin embargo la guerra acabó sin que la aguerrida unidad pudiera lucirse. Entonces, el PNV trató de aprovechar a esos hombres en la invasión de España, hasta que comprobó que la fuerza no era lo suyo.

Aunque los nacionalistas consideraron que EEUU les había traicionado al dejar que el franquismo perviviera, no se rompieron los vínculos con ellos. José Antonio Aguirre puso su red a disposición de la OSS, antecesora de la CIA dirigida por Donovan, para vigilar a movimientos de izquierdas en Iberoamérica, aprovechando las casas vascas y la camaradería de la guerra con los socialistas y los comunistas. Dos de estos espías fueron Antonio Irala y Jesús Galíndez. La historia de éste es un ejemplo de doblez. Acabó exiliado en la República Dominicana. El dictador Leónidas Trujillo se encaprichó de él y le hizo profesor de derecho, funcionario del Ministerio de Exteriores y preceptor de sus hijos. Así vivió unos seis años. En 1946 se trasladó a Nueva York, donde entró en la delegación del Gobierno vasco que dirigía Irala. Fue nombrado profesor en la Universidad de Nueva York y aprovechó sus conocimientos de la dictadura de Trujillo para escribir una tesis doctoral sobre ella. Al poco de presentarla, desapareció. La versión de sus correligionarios es que Trujillo le hizo secuestrar y trasladar a la isla, y allí le torturó y asesinó, pero no está comprobada. En compensación por su colaboración en la lucha anticomunista (Aguirre llegó a expulsar del Gobierno vasco al consejero del PCE), los abertzales recibían fondos y respaldo del Departamento de Estado para mantener sus delegaciones en la ONU y en otros países occidentales, lo que constituía un medio para pinchar a la España franquista. Cuando ETA empezó a actuar, el PNV decidió montar unos grupos paramilitares. De la tarea se encargó Joseba Rezola, uno de los jerarcas del PNV rendidos en Santoña a los fascistas italianos y que fue nombrado vicelehendakari en 1963. Varias docenas de jóvenes nacionalistas recibieron en el País Vasco francés, con la benevolencia (suponemos que nada gratuita) de los Gobiernos franceses, instrucción ideológica y formación militar. Para ello, el PNV volvió a contactar con los militares yanquis y el coronel británico que habían adiestrado a sus soldados en 1944-45. Como dice Jon Juaristi, Rezola enseñó a los de EGI (juventudes del PNV) cómo se ponían las bombas. Bastantes de estos muchachos, ya entrenados, se pasaron a ETA, más combativa que el viejo PNV. Otro de los profesores fue Joseba Emaldi. Éste reconoce en un libro suyo que desde su huida de España en los años 40 contó con la ayuda de los servicios secretos británicos. En los años 60, el PNV negoció con el IRA para que aceptara entrenar en Irlanda a cuatro jóvenes. Rezola, Jesús María Leizaola y Juan Ajuriaguerra querían usar su pequeño ejército para, en caso de la muerte de Franco, ocupar el poder y enfrentarse a ETA. Le pusieron el nombre de la nefasta policía nacida en la guerra, Ertzaña. Aparte de estar entrenados en la lucha, sus miembros elaboraron listas de personas adictas al régimen y prepararon planes para la ocupación de pueblos, como ya se había hecho en los años 40.”

 

El coronel dejó de leer, encendió un cigarrillo y pensó que un elemento tan íntegro como el brigada Martorell era una disonancia, un parecer extraño y fuera de razón en un mundo cuya armonía venía marcada por el sonido del dinero. “Martorell prefiere el sí o el no, secos como disparos de revólver”.

 

-Estos gustos le van a costar la vida o la cordura -dijo.

-¿Me llamaba, coronel?

-No, Ramírez, no. 


 

Cuatro días antes - Parte 5