sábado. 21.09.2024

¿Pretender alterar el clima mundial o adaptarse al cambio climático?

Las políticas climáticas del ecologismo radical y de los gobiernos que les apoyan se han centrado –casi exclusivamente- en el fatuo propósito de alterar el clima mundial, intentando reducir el –escaso- calentamiento que se está produciendo.

Para ello, exigen costosísimas políticas (de dudosa eficacia), el constante encarecimiento de la electricidad y de los combustibles para los vehículos, la subordinación de nuestro modo de vida a las exigencias de “salvar el Planeta”: renunciando a la mayoría de nuestros viajes (salvo en tren), pasando frio en nuestras viviendas en invierno (y calor en verano, sin encender el aire acondicionado), casi desterrando el consumo de carne roja de nuestra dieta, etc.

Pero, como se sabe desde hace varias décadas, resulta muchísimo más barato y fácil acometer diversas infraestructuras para prevenir los posibles efectos adversos del calentamiento en curso, medidas que estarán ajustadas a las circunstancias específicas de las diversas zonas geográficas, esto es, adaptadas a los problemas particulares que existan en cada lugar.

Esto supone repetir lo que la Humanidad viene practicando desde hace muchos siglos: adaptarse a los cambios que vayan presentándose en las condiciones ambientales que nos toque vivir, ya sean por calentamiento o enfriamiento, por excesivas o insuficientes precipitaciones, por elevación o descenso del nivel de los mares, etc.

Los humanos somos los animales con mayor capacidad de adaptación al medio ambiente

La prolongada experiencia histórica de los humanos muestra unas características incuestionables: los humanos hemos sido el animal de la Tierra que ha demostrado disponer de la mayor adaptabilidad a diferentes ambientes naturales. Esa es la razón de que estemos presentes en todo tipo de hábitats.

Por eso, tanto ahora, como desde hace milenios, hay colectividades humanas viviendo en zonas secas y cálidas, como en buena parte del norte de África y en el propio desierto del Sahara (los tuaregs y otras etnias) y en la península Arábiga, y en áreas sumamente frías, como Groenlandia, AlaskaSiberia, Escandinavia, etc.

También se han adaptado los humanos a sobrevivir e, incluso, a progresar en zonas de intensas precipitaciones, como las afectadas cada año por las lluvias monzónicas en todo el sur de Asia, donde habitan más de 1.400 millones de personas, desde el sur de Pakistán hasta Vietnam y las islas de Indonesia y otras.

¿Cómo puede alguien tomarse en serio el “peligro existencial” para la Humanidad de que la temperatura mundial aumente en dos o tres grados centígrados?

La diferencia de temperatura media anual entre Singapur y la capital de Finlandia, Helsinkies de más de 22 grados: 27,6º C en Singapur y 5,3º C en Helsinki. ¿Son las sociedades que habitan Singapur o Helsinki míseras por sus condiciones climáticas tan dispares?

Decisión clave: centrarse en mitigar el cambio climático (detener el calentamiento global) o aplicar medidas prácticas de adaptación

No hay que olvidar que si los recursos financieros se dedican a intentar variar la temperatura mundial eliminando el uso de los combustibles fósiles, etc. para reducir el CO2 en la atmósfera, esto es, si se dedican subvenciones a mitigar el supuesto problema, quedarán pocos fondos para tomar medidas de adaptación en el mundo frente a los fenómenos climáticos perjudiciales que puedan presentarse y serían los países más pobres los que más sufrirían estos efectos adversos.

Hay que decidir si seguir empecinados en gastar ingentes cifras de dinero en intentar –seguramente sin éxito- reducir el CO2 de la atmósfera (mediante las renovables) o bien financiar sobre todo las obras necesarias para proteger a las poblaciones y las economías con medidas de adaptación ajustadas a cada problema, en cada zona.

Medidas de adaptación frente a inundaciones: el caso de Países Bajos, desde el s. XIII

Ahora quieren hacernos creer que los problemas derivados de cambios en el clima y, en general, en nuestro entorno ambiental sólo han sido preocupantes desde mediados del siglo XIX (hacia 1850), con el incremento de las emisiones de CO2 por las actividades humanas industriales y otras, pero eso es totalmente falso.

Desde hace cientos y muchos miles de años los humanos estuvieron sometidos a temperaturas en ascenso –como ahora-, por ejemplo, durante el Periodo Cálido Medieval (años 900 a 1300), o a un enfriamiento global, como en la llamada Pequeña Edad de Hielo, entre –aproximadamente- el año 1300 y 1850.

Durante aquellos lejanos periodos los humanos, a pesar de contar con una tecnología totalmente incipiente y con escasísimos recursos financieros, aplicaron medidas para hacer frente a los problemas climáticosadaptándose a las cambiantes condiciones ambientales. El caso de Holanda es bien ilustrativo a este respecto.

Digámoslo ya, desde ahora: si en los siglos XIII, XIV, etc. lograron en Holanda grandes resultados para protegerse de las frecuentes inundaciones –como vamos a ver a continuación-, ¿cómo no ya a ser posible en la actualidad resolver la gran mayoría de estos problemas en el mundo?

En el siglo XIII no había calentamiento en Europa, sino un incipiente enfriamiento, pero regularmente se producían grandes tormentas sobre el Mar del Norte que trasladaban hacia tierra enormes volúmenes de agua, que arrasaban pueblos y tierras de cultivo.

Inundaciones debidas a los factores naturales que han cambiado el clima, en todas las latitudes, desde hace milenios.

Se cuenta que el geógrafo griego Piteas, en su viaje a través de los Países Bajos, alrededor del año 325 AC (hace 2.300 años), observó que “los habitantes mueren más en su lucha contra el agua [esto es, las inundaciones] que en enfrentamientos con otros hombres”.

El sistema nacional de diques y el rescate de tierras situadas bajo el nivel del mar

A lo largo del siglo XIII, e incluso bastante antes, los holandeses comenzaron a reforzar los diques naturales existentes, esto es, las barreras de tierra y las dunas que se habían formado de modo natural. Por otro lado, levantaron muchas decenas de kilómetros de diques artificiales, para defender sus viviendas y sus tierras de las crecidas de los ríos y de las tormentas del mar.

Desde entonces, los holandeses no han dejado de elevar y mejorar su sistema de diques hasta el día de hoy.

Tras defenderse de las aguas descontroladas, emprendieron el rescate de terrenos que habían estado inundadas de modo más o menos permanente. Progresivamente, fueron trasladando los diques más hacia el mar, incorporando más tierras para poder ser cultivadas, tierras que se encontraban bajo el nivel del mar.

Actualmente, alrededor de un tercio de la superficie de Holanda está constituida por suelos localizados por debajo del nivel del mar, las cuales han sido rescatadas de las aguas y protegidas durante siglos.

Durante la segunda mitad del siglo XX, tras las catastróficas inundaciones de 1953 (con cerca de 2.000 muertos), se ha extendido y reforzado aún más el sistema nacional de diques.

En el tramo sur de la costa, se llevó a cabo –entre 1954 y 1997- el Plan Delta, que ha logrado controlar definitivamente toda posible inundación procedente del mar y, también, de las eventuales crecidas de los ríos.

Como conclusión de todo lo anterior, puede decirse que desde hace varios siglos los holandeses han sido capaces de protegerse de las repetidas inundaciones que se venían produciendo en el pasado. Ello, mediante medidas de adaptación, no intentando cambiar el clima mundial.

Sistema de barreras para proteger Londres de las altas mareas y las tormentas

Mucho antes de la actual histeria sobre los “peligros existenciales” representados por el cambio climático, en 1953 se produjo –como dije referido a Holanda- una gran tormenta sobre el mar del Norte. Tormenta que, además de afectar a las zonas costeras del Continente (como en Holanda y Bélgica), provocaron inundaciones en las zonas ribereñas del Gran Londres por la subida de grandes mareas por el cauce del rio Támesis.

A nadie se le ocurrió intentar rebajar las emisiones mundiales de CO2 para prevenir las futuras inundaciones, sino que se ideó una solución específica, que será útil tanto si hay cambio climático como si no.

Para evitar la repetición de estas inundaciones en la capital británica se diseñó una gran barrera para el Támesis, aguas debajo de Londres, que deja pasar a las embarcaciones en tiempos normales pero que, cuando amenaza una gran marea levanta muros metálicos que detengan las grandes mareas, protegiendo así las zonas bajas de Londres y su puerto. Barrera que está operativa desde 1982.

Desde 1982 estas barreras se han levantado en unas 200 ocasiones. En 2007 se produjo una gran tormenta sobre el Mar del Norte –con las consiguientes mareas vivas-, semejante a la de 1953, pero Londres y su puerto permanecieron completamente protegidos en todo momento.

Inventar –inexistentes- catástrofes climáticas es muy fácil

Regresando, ahora, al tema general del cambio climático, como razonaba recientemente el profesor danés Bjorn Lomborg, quien hace casi 20 años se autodenominó el ecologista escéptico:

Resulta fácil construir [futuros] desastres climáticos. Se busca una tendencia actual que sea preocupante y se proyecta hacia el [lejano] futuro, al tiempo que se ignora todo lo que la Humanidad podría hacer para adaptarse [a aquella evolución perjudicial]”.

Por ejemplo, como señala Lomborg (ver el gráfico de abajo), cada año unos pocos millones de personas (3,4, en el año 2000) ven inundadas -en algún momento- sus zonas de residencia. Casi siempre ocurre en países en desarrollo, pero eventualmente, por ejemplo, en Nueva Orleans.

Introduciendo una serie de hipótesis ad hoc en los correspondientes modelos matemáticos, agrandando así estos fenómenos, puede obtenerse que en el año 2100 serán unos 187 millones quienes sufran estas inundaciones, cada año. La línea color burdeos del gráfico expresa dicha alarmante –aunque muy improbable- evolución.

Ahora bien, aquel serio agravamiento de las inundaciones de zonas habitadas únicamente sucedería si las áreas y países afectados no tomasen ninguna medida de adaptación, como diques más altosnuevas barreras, mantenimiento y reforzamiento de las existentes, etc.

Sin embargo, si a lo largo del resto del siglo XXI se fueran tomando las medidas de adaptación apropiadas no sólo no crecería aquella cifra de 2,3 millones de personas afectadas cada año (que se produjo en el año 2000), sino que ese número casi desaparecería (como casi ha ocurrido ya en los países ricos): únicamente 15.000 personas en el mundo sufrirían inundaciones en 2100, esto es, nadie. Dicho de otro modo, este problema se puede solucionar dedicando más dinero a ese tipo de medidas. La línea color azul, expresa esta desaparición del problema, aplicando políticas de adaptación.

Los potenciales daños materiales de las inundaciones también pueden recortarse drásticamente

Para esta nueva faceta, nos apoyamos también en el ya citado artículo de Bjorn Lomborg, quien –a su vez- se apoya en el estudio publicado en 2014 en la revista estadounidense de investigación Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA.

Dedicando más dinero a construcciones -alcanzando 24.000 millones de dólares adicionales anuales en 2100-, para construir nuevas barreras contra las inundaciones en el mundo, los daños de inundaciones sólo se multiplicarían por 3 (pasando de unos 11.000 mill. US$ en 2000, a 38.000 mill. US$ en 2100).

Sin embargo, si se adopta el engaño de considerar que hasta 2100 no se habrán tomado ningunas medidas de adaptación, los daños anuales de las inundaciones se habrán multiplicado por 5.000 (o sea, 55 billones de dólares).

Naturalmente, es este último supuesto el único que manejan los ecologistas, la mayoría de los medios de comunicación y los gobiernos occidentales que se han sumado al catastrofismo ecologista, como la Comisión Europea.

Para poner lo anterior en contexto, como a lo largo del siglo XXI el PIB mundial se habrá multiplicado muchas veces (en la gran mayoría de los países), considerando la hipótesis de que nadie toma medidas de adaptación, la pérdida anual por las inundaciones supondría el 5,3 del PIB global, lo que representa un daño considerable.

Por el contrario, admitiendo que se aplicaran todas las medidas recomendables, el daño anual únicamente supondría el 0,008% del PIB mundial, esto es, una proporción muy pequeña, totalmente asumible.

La ayuda mundial al desarrollo –incluido para la adaptación- podría duplicarse con las subvenciones a las renovables

El profesor Bjorn Lomborg, en otro artículo suyo, menciona que, de acuerdo con los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía, en 2019 se emplearon 162 .000 millones de dólares US en el mundo (sobre todo en Occidente) en sostener con subvenciones a las energías renovables (sobre todo, eólica y solar fotovoltaica). Subvenciones que persiguen reducir las emisiones de CO2 y, según desean, con ello habría menos calentamiento global, si sus hipótesis fueran ciertas, que no lo son.

Casualmente, el total de la ayuda al desarrollo en dicho año de 2019, según la base de datos de la OCDE, fue prácticamente de igual magnitud a las ayudas a las renovables, esto es 165.500 mill. US$.

En consecuencia, eliminando las subvenciones mundiales a las renovables, podría duplicarse la actual ayuda global al desarrollo, entre cuyos fines cabría todo tipo de políticas para contrarrestar los efectos climáticos adversos que se produzcan en los países en desarrollo, tanto si esos efectos son consecuencia del calentamiento por el CO2 o por cualquier causa natural que sea.

Ya en 2010, cuando se estaba acelerando el monto de las subvenciones para mitigar el cambio climático (esto es, para intentar cambiar el clima mundial) el multimillonario y luego filántropo (progresista) Bill Gates alertaba del riesgo de que las ayudas que se venían dando para el desarrollo agrícola, las infraestructuras básicas, el sistema sanitario, etc. de los países en desarrollo, fueran sustituidas por ayudas para extender el uso de las renovables en África y otras zonas poco desarrolladas, como recogí en un artículo mío.

Vía A Orillas del Potomac

¿Pretender alterar el clima mundial o adaptarse al cambio climático?