sábado. 21.09.2024

Europa debe volver a fomentar la energía nuclear y la extracción y uso del gas natural para evitar un mayor encarecimiento de la electricidad. La energía nuclear empieza ya a recuperarse en Europa

Llamamos al [Primer Ministro británico] Boris Johnson … a que adopte una estrategia para[fomentar] el gas natural y la energía nuclear, [estrategia] que ya está ganando adeptos en Europa y en otras partes del mundo”.

(Nota: las explicaciones entre corchetes y las negritas, son mías)

Quien así de categórico se pronunciaba a comienzos de este mes de noviembre, era una de las principales organizaciones del mundo (establecida en Londres) críticas con la teoría del cambio climático y opuestas a las políticas climáticas al uso.

Estas políticas ecologistas se han propuesto el disparate –de dimensiones suicidas- de intentar prescindir por completo de la energía nuclear y de todos los combustibles fósiles (gas natural y carbón) para la generación de electricidad y su total sustitución por las caras, intermitentes y nada fiables energías renovables.

Últimamente, esta política climática ha adquirido la denominación de Net Zero, esto es, Cero Neto de emisiones de gases de efecto invernadero, para el año 2050, aproximadamente.

Fundada en 2009, esta organización británica ha venido denominándose Global Warming Policy Forum (GWPF – Foro sobre la Política del Calentamiento Global), pero ante el agravamiento de la crisis energética en Europa desde hace un par de meses, acaba de cambiar su nombre por el de Net Zero Watch, que se traduciría por algo así como Observadores de la Política del Cero Neto.

Aunque la demanda expuesta al comienzo -priorizar la nuclear y el uso del gas- la dirigieron al premier británico, en realidad Net Zero Watch propone una estrategia análoga para el conjunto de los países europeos.

La alternativa para una electricidad barata, estable y poco dependiente del exterior

Quien conozca mínimamente las propuestas de quienes venimos cuestionando estas políticas climáticas, se dará cuenta de que, verdaderamente, demandar el fomento de la energía nuclear y el uso del gas natural viene siendo, básicamente, el núcleo de lo que venimos proponiendo desde hace más de una década.

Dicho de otro modo, mantener permanentemente el predominio del gas y de las centrales nucleares en la generación de la electricidad, restringiendo drásticamente el alcance de las energías renovables (eólica y solar), recortando seriamente sus actuales subvenciones.

Además, es preciso conservar las centrales térmicas de carbón aún operativas –o que se puedan volver a poner fácilmente en funcionamiento- a lo largo de un periodo de transición.

Todo lo anterior se refiere a los países desarrollados, como los europeos, y –con más razón- para los países que aún necesitan sacar de la pobreza a muchos cientos de millones de sus habitantes y elevar la capacidad productiva de sus economías.

Sobre la reducción de la dependencia energética exterior, conviene puntualizar lo siguiente:

A) Una vez instalada una central nuclear –cuya vida útil es de unos 40 años- su producción de electricidad es, básicamente, independiente del exterior: únicamente hay que importar las barras de uranio purificado y ligeramente enriquecido, que suponen un porcentaje muy reducido del coste anual de operación de una central. Además, Francia podrá suministrar la gran mayoría de dichas barras a otros países europeos, con uranio proveniente –en gran medida- de orígenes seguros, de países aliados, como Canadá y Australia.

B) Varios países de Europa cuentan con grandes yacimientos de gas natural de esquisto(shale gas) –Polonia, Francia, Reino Unido …-, que no se han puesto en explotación en ningún momento, por el miedo creado en torno a la técnica del fracking.

Consecuencias de mantener las actuales políticas energéticas

Los países que, como –por ejemplo- Alemania y Dinamarca, se empecinen en la senda de las renovables como pieza esencial para su electricidad, sufrirán las siguientes consecuencias:

1) un constante y progresivo encarecimiento de su electricidad para los hogares y las empresas, durante décadas;

2) una gran extensión de la pobreza energética a decenas de millones de sus habitantes, imposibilitados a hacer frente a las facturas eléctricas, a las del gas para la calefacción y a las de los combustibles fósiles (gasolina y gasóleo) para sus automóviles y furgonetas;

3) la fuga de muchas de las empresas industriales y de otros sectores a países con una electricidad y combustibles más baratos (como China y EE.UU.); finalmente, de modo inevitable,

4) se generalizará el descontento social y los consiguientes enfrentamientos políticosdebilitarán y desestabilizarán a dichos países durante largo tiempo.

Gobernantes y electores europeos están abocados a adoptar decisiones trascendentales en estos próximos meses y años

En estos últimos meses (esto es, desde el verano), estamos presenciando el arranque y agudización de los anteriores preocupantes fenómenos.

Tras la crisis energética internacional que se ha desencadenado –sobre todo, en Europa-, los gobernantes europeos se encuentran ante la imperiosa necesidad de adoptar medidas prácticas, viables y duraderas en este decisivo terreno.

Por su parte, los votantes, tendrán la última palabra en cuanto a qué partidos políticosseguir apoyando y cuales enviar adonde se merecen: al museo de la historia y de las ensoñaciones utópicas socializantes.

Es el foco mismo de la política energética el que debe ser sustituido, abandonando el presente delirio de “salvar el Planeta”.

Hay que retomar las preocupaciones tradicionales de una política energética responsable que persiga, primordialmente, el bajo coste en la generación de electricidad y en los combustibles (para vehículos, calefacción, etc.) y la seguridad en el suministro dicha energía.

Además, es preciso reducir cuanto sea posible la dependencia exterior, expandiendo la utilización de los recursos nacionales (en nuestro caso, los que estén disponibles en Europa): la energía nuclear y la extracción de gas natural por parte de los numerosos países europeos que cuentan con importantes yacimientos de gas de esquisto (lo que requiere el uso de la técnica del fracking), como (en orden descendente de importancia) Polonia, Francia, Rumanía, Dinamarca, Reino Unido, Holanda …

La energía nuclear y el gas son las formas más baratas de generar electricidad

Las plantas nucleares son la forma más barata de producir electricidad (ver el cuadro de abajo).

Este cuadro, no sólo tiene en cuenta el coste directo de operar uno u otro tipo de central (de carbón, gas, eólica, solar …), sino también uno de los “costes ocultos” de las energías renovables. A saber, el coste de mantener disponibles, todo el año, las llamadas centrales de respaldo (en inglés, peaking power plants) que se necesitan siempre cuando se extiende el uso de las renovables. Se trata de centrales de gas o carbón, de las que echar mano -rápidamente- cuando el viento amaina en extensas zonas o la radiación solar disminuye por grandes frentes nubosos por el día.

Esto es, las centrales de respaldo sirven para cubrir el deficiente nivel de generación eléctrica de las renovables, en determinados periodos de tiempo, dado su carácter intermitente; insuficiencia de oferta que daría lugar a apagones de electricidad ante una demanda superior.

En ausencia de constantes y cuantiosas subvenciones públicas (como las que se están proporcionando desde hace años), dichas centrales de respaldo (de gas o cabrón) resultarían ruinosas y deberían cerrar enseguida, ya que únicamente entran en servicio una fracción de tiempo de cada mes y sus ingresos comerciales son muy reducidos.

Los defensores de las renovables nunca tienen en cuenta este coste al hacer comparaciones con otras fuentes de generación.

Como se ve en el cuadro de arriba, midiéndola de este modo más amplio, las renovables(eólica y solar FV) resultan cerca de 3 veces más caras que la electricidad obtenida de las centrales nucleares: 90 US$ por MWh, frente a sólo 33 US$/MWh la nuclear.

Prácticamente puede decirse lo mismo de la electricidad generada a partir de gas natural: es muchísimo más barata que la de las renovables.

La electricidad de las nucleares es, junto con la eólica, la que menos emisiones de CO2 producen

Esto, en realidad, es sabido desde hace décadas por todo el mundo que haya leído mínimamente sobre esta cuestión, pero los ecologistas y los gobernantes (de izquierda o derecha) que se han echado en sus brazos, intentan ocultarlo a toda costa.

El elocuente cuadro de aquí abajo, emplea los datos de la muy climatista IPCC, de Naciones Unidas. IPCC es, justamente, el organismo internacional que se viene encargando de definir e impulsar las políticas climáticas al uso. Dichas siglas, corresponden al nombre inglés del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Son la ortodoxia climatista, en estado puro

Como resulta evidente en este cuadro, las emisiones de la energía nuclear son, con las de la eólica, las más bajas de todas las fuentes existentes para generar electricidad: en torno a 12 gCO2eq / kWh. Cifra que es tan reducida que lo habitual es referirse a ambas fuentes, prácticamente, como que no producen emisiones. La solar fotovoltaica, por ejemplo, genera 4 veces más emisiones, 48 gCO2eq / kWh, que la nuclear, pero la llaman “energía limpia” y a la nuclear “sucia” … Esto es propaganda y manipulación terminológica.

La tan cacareada electricidad procedente de la biomasa (por ejemplo, los pellets de madera) –denominada “oficialmente” muy ecológica y limpia, genera casi 20 veces más CO2 que la nuclear y la eólica: 230 gCO2eq / kWh.

La electricidad generada a partir del gas natural aporta elasticidad, fiabilidad y bajo coste y, además, emite mucho menos emisiones que el carbón

Las centrales de ciclo combinado de gas proporcionan gran adaptabilidad (en cuanto a su capacidad para responder a una demanda rápidamente cambiante) y fiabilidad al sistema eléctrico de un país, alejando el peligro de una insuficiente oferta de electricidad y con ello el riesgo de apagones. Estas dos características hacen del gas un componente esencial del mix eléctrico de un país.

Por su parte, quienes sigan sintiendo una gran inquietud por el aumento de la concentración del CO2 en la atmósfera terrestre, no pueden olvidar el hecho de que el gas emite muchas menos emisiones al producir electricidad que cuando se obtiene mediante carbón (ver el cuadro de arriba). Concretamente, 490 gCO2eq / kWh, frente a los 820 gCO2eq / kWh emitidas por el carbón: casi un 40% menos.

En consecuencia, resulta incuestionable que si las centrales de carbón de toda una serie de países son –progresivamente- reemplazadas por centrales de gas, las emisiones nacionales de esos países caerán, sin perder estabilidad en sus sistemas eléctricos. Por eso se dice que el gas puede constituir una energía de transición hacia economías menos emisoras de gases de efecto invernadero, para quienes continúen obsesionados por este asunto.

Por el contrario, lo que exigen los ecologistas es el salto directo, e inmediato, de las centrales de carbón a las renovables, lo que encarece mucho su electricidad y, además, introduce una gran inestabilidad a las redes eléctricas.

La Comisión Europea lleva varios meses considerando reclasificar la energía nuclear como una “energía limpia”, o sea, utilizable

Conforme al título de una crónica del diario digital Euroactiv (establecido en Bruselas), especializado en cuestiones relativas a la Unión Europea (UE), del 10 de septiembre de este año 2021:

Bruselas [esto es, la Comisión Europea] está preparando el terreno para la recuperación verde de la energía nuclear [en la UE]”

La crónica de Euroactiv comienza del siguiente modo: “Muy probablemente, la Comisión Europea presentará en los próximos meses una propuesta para incluir la energía nuclear en la [llamada] taxonomía de la UE para la financiación verde”.

En lenguaje comprensible, lo que supone lo anterior es que la Comisión Europea propondrá que las centrales nucleares sean consideradas “actividades económicas medioambientalmente sostenibles”. Esto, implicaría que la Comisión Europea estaría aconsejando a los Estados europeos y a los inversores privados financiar nuevas centrales nucleares.

De prosperar esta propuesta, supondría un giro de 180º de la política de la Unión Europeacon respecto a la energía nuclear que, de paso, desautorizaría profundamente la posición de abandono total de esta fuente de energía que ha mantenido Greenpeace y todo el ecologismo radical a lo largo de varias décadas.

Francia y otros 9 estados de la Unión Europea (UE) reclaman que la energía nuclear sea considerada una fuente verde de energía

Abundando en la reevaluación de la energía nuclear a la que acabo de referirme, la cadena televisiva especializada en noticias de las políticas de la UE, Euronews, informó a comienzo de octubre de este año, 2021 de lo siguiente (en su titular):

Dirigidos por Francia, 10 países [de la UE] piden a Bruselas [esto es, a la Comisión Europea] que clasifique la energía nuclear como una fuente verde [de energía]”

Empleando la jerga comunitaria, esto significa que incluya la energía nuclear en la denominada “taxonomía para la financiación verde”, lo que “reconocería que la energía nuclear es una fuente de bajas emisiones de carbono”, lo que es un hecho indudable, según mostraba el cuadro de más arriba, por lo que contribuye a la descarbonización de la economía.

La lista de aquellos 10 países, es la siguiente: Bulgaria, Croacia, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Finlandia, Francia, Hungría, Polonia y Rumanía.

Esto significa, todos los países de Europa central y oriental de la UE (salvo los 3 bálticos), junto a Francia y Finlandia, teniendo ya ambos de estos dos países una elevada aportación de la energía nuclear a su generación de electricidad: casi 70% y 35%, respectivamente.

Como se ve, no hablaba en balde la organización británica Net Zero Watch cuando decía que “la estrategia para [fomentar] … la energía nuclear, ya está ganando adeptos en Europa …”.

En un próximo artículo, abordaré específicamente este trascendental giro en la política energética de la Unión Europea que en estos momentos se está gestando, lo que supone una derrota del ecologismo y una victoria del sentido común.

Vía A orillas del Potomac

Europa debe volver a fomentar la energía nuclear y la extracción y uso del gas natural...