Filología y lingüística de las lenguas indígenas precolombinas

Con el descubrimiento y colonización de América, España aportó a la Antropología cultural durante los siglos XVI y XVII reflexiones de carácter interesado en el caso de conquistadores y colonos, y altruistas en el de frailes y misioneros, que estudiaron, gramáticas, vocabularios y diccionarios, de prácticamente todas las lenguas y dialectos de la América hispana. Fueron los primeros estudios sobre filología y lingüística de las lenguas indígenas precolombinas

La acumulación de un abundante material etnográfico fue el origen de la Antropología cultural moderna. No fue un material al nivel científico de la antropología cultural actual, pero sí representó los inicios de esta ciencia.

 
Durante las primeras décadas de la colonización de América en el siglo XVI, los misioneros y evangelizadores españoles desarrollaron una muy meritoria tarea lingüística, sin la cual se hubieran perdido muchos de las lenguas indígenas. Los usos y costumbres, la flora y la fauna, las lenguas y las creencias de las etnias indígenas del Nuevo Mundo fueron materias de estudio por los misioneros, desarrollando con todo ello una incipiente Antropología hispanoamericana.

El origen de estos estudios partió de la necesidad de conocer las lenguas nativas así como sus creencias paganas con el objetivo de convertir al Cristianismo con mayor eficacia a los naturales. Tras su aparente conversión, el indígena no quedaba totalmente impregnado en la fe de Dios, continuando con sus idolatrías y cultos ancestrales. A veces incluso ocultaban sus ídolos en los muros cercanos al altar mayor de las iglesias, a los cuales adoraban, mientras parecía que lo hacían hacia Cristo u otros santos católicos. Por eso los misioneros tuvieron que aprender los esquemas mentales, creencias y conducta de los indígenas.

Así lo explicaron eclesiásticos como Pablo José de Arriaga en su Extirpación de la idolatría del Perú (1621) y Diego Durán en el Libro de los ritos y ceremonias (1570).

Aportaron también gran información sobre las costumbres de los indios hispanoamericanos la Relación de las cosas del Yucatán, de Diego de Landa; la Crónica del Perú, de Pedro Cieza de León; la Historia de los Indios de Nueva España, de fray Toribio de Benavente; y la Historia General y Natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo.
 
Como no había una intención de hispanizar a los indios y la actividad de evangelización tenía que hacerse completa y exclusivamente en lenguas indígenas, apareció la necesidad de utilizar libros por parte de los religiosos, tanto para el estudio de las formas de vida indígenas, como para su conversión religiosa en las lenguas nativas.

Los misioneros escribieron gramáticas, sintaxis y transcripciones a idiomas que, en muchos casos, no habían tenido hasta entonces ni siquiera forma escrita. Esto fue habitual allá donde llegaba una misión católica en territorio del Imperio español, tanto de América como de Filipinas, convirtiendo innumerables idiomas exóticos en lenguas escritas y cultas al dotarlas de gramática, diccionario y literatura, como por ejemplo el quechua, el náhuatl, el guaraní, el tarasco, etc.

Fue lo contrario al modelo de colonización anglosajón y sus órdenes anglicanas, dura difusora solamente del inglés. Como ejemplo, el somalí, que era lengua hablada y que adquirió forma escrita cuando se hizo oficial para el nuevo estado de Somalia después de la descolonización, gracias a los franciscanos italianos.

Así surgieron dos categorías de opúsculos con el fin de ayudar a la predicación de la doctrina cristiana:

1. los Vocabularios y las Gramáticas, también llamados Artes, que estaban basadas en la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija.

2. las Doctrinas, que eran compendios de la fe cristiana escritas en las lenguas indígenas.
 
 
Algunas de aquellas recopilaciones de información etnográfica y lingüística sobre los pueblos
americanos que efectuaron los misioneros españoles allí destinados fueron:

1. la Gramática mexicana (1547) del franciscano Andrés de Olmos, que fue guardián del monasterio de San Andrés, en la provincia de Totocanacapa, y enseñó latín en Santa Cruz de Tlatelolco. Esta Gramática está dividida en tres partes: la de los nombres y pronombres; la de la conjugación, formación de pretéritos y diversidad de los verbos; y la de las partes indeclinables y algo de ortografía. Además añadió unas conversaciones de los padres mexicanos con sus hijos, adaptadas al pensamiento cristiano y traducidas al castellano, para que los estudiantes de náhuatl practicaran el idioma.

2. el Arte de la lengua de Mechuacan (1542) del franciscano Maturino Gilberti; es una gramática sobre la lengua purépecha. Reconocido como el más destacado lingüista del tarasco, se dedicó a impartir la doctrina cristiana en la lengua nativa de los indígenas de Michoacán, por eso escribió un Vocabulario en lengua de Mechoacan y un Diccionario tarasco-español. También es autor de Tesoro espiritual en lengua de MechoacanCartilla para los niños en lengua tarascaTesoro espiritual de pobres en lengua de MechoacanDiálogos de doctrina cristiana en lengua de Mechoacan (considerada su mejor obra), Evangelios en tarasco y algunas traducciones de las Sagradas Escrituras, entre muchas otras.

3. la Gramática de Alonso de Molina sobre la lengua náhuatl, que fue impresa por Pedro Ocharte en 1571 y por Pedro Bablien en 1576. Está dividida en dos partes: la primera trata las ocho partes de la oración, y la segunda afronta las cuestiones prácticas y dificultades propias de la lengua náhuatl. También escribió un Vocabulario de dicha lengua, que fue impreso por Juan Pablos en 1555.

4. el Arte de la lengua maya (México, 1684) y el Diccionario maya-hispano e hispano-maya (México, 1684) del franciscano Gabriel de San Buenaventura.

5. las Gramáticas que escribieron el agustino Diego de Galdo Guzmán, que fue catedrático de azteca y otomí en la Universidad de México, el jesuita Horacio Carochi (1606), Antonio Tovar Cano y Moztezuma, Joseph Agustín de Aldama Guevara y Agustín de Vetancurt (1673).

6. el Arte novísima de la lengua mexicana (azteca) de Carlos de Tapia Centeno
7. el Arte mexicana (1595), del jesuita Antonio del Rincón.
8. el Arte de la lengua principal de Sinaloa sobre la lengua prima, que fue publicado por el jesuita Luis Bonifaz.

9. las Reglas de ortografía, Diccionario y Arte del idioma otomí (México, 1767) escritas por Luis Neve y Molina.

10. el Arte y vocabulario de la lengua tepehuana escrito por el franciscano fray José Fernández.

 

 

La lengua de los lacandones fue estudiada por Diego Ribas Gaztelu; el tzendal por Francisco de Zepeda; el tzotzil por Dionisio Pereira; y el cakchiquel por Juan de Torres.

El quiché, familia de lenguas habladas por mayas a los que pertenecen el cakchiquel y el tzutuhil, fue estudiada por el dominico Francisco Ximénez, traductor del Popol-Vuh al castellano, y por el franciscano Ildefonso José de Flores.

El Estado de Oaxaca estaba prácticamente ocupado por la familia lingüística mixe zoque, a la que pertenece el mixe, el zapoteca y el mixteco. El zapoteca fue estudiado por Juan de Córdoba y Pedro de la Cueva; y el mixteca por Antonio de los Reyes. 

El maya fue estudiado Luis de Villalpando, Beltrán de Santa Rosa María, Gaspar Antonio y Antonio de Ciudad Real, además de los que publicaron las gramáticas citadas.

La familia de lenguas quechua, muy extendido por la cordillera de los Andes y hablado por los incas del Virreinato del Perú, fue estudiado por los eclesiásticos Juan de Oliva, Cristóbal de Molina, Diego de Torres Rubio y Alonso de Huerta.

El jesuita Diego González Holguín publicó la Gramática y Arte nueva de la lengua general de todo el Perú (1607). Domingo de Santo Tomás fue autor de Vocabulario y Gramática de la lengua general de los indios del Perú publicados en Valladolid (1560).

En 1596, en la Universidad de Lima, los decanos crearon una cátedra de quechua. Más o menos a partir de esta época, nadie podía ser ordenado sacerdote católico en el virreinato si no demostraba conocer bien el quechua, al que los religiosos habían dado forma escrita.

El araucano, idioma de los mapuches habitantes del sur del Virreinato de la Plata, fue estudiado por Gabriel de la Vega, Luis de Valdivia y Andrés Febres.

La lengua el guaraní fue estudiada por el limeño Antonio Ruiz de Montoya, el tarahumara por los jesuitas Tomás de Guadalupe y Jerónimo Figueroa, y por el misionero José Victoriano; y el totonaca y el huasteca por el citado Andrés de Olmos.
 
 
 
Pero las órdenes eclesiásticas no fueron las únicas instituciones dedicadas a la investigación antropológica en tierras hispanoamericanas. A esta actividad científica también contribuyó con importancia la Corona de Castilla, interesada desde el principio en obtener noticias sobre la geografía, agricultura, ganadería, características naturales y climáticas de las nuevas tierras, y costumbres de sus habitantes.

Desde la fundación de la Casa de la Contratación en Sevilla (1503), toda esa información fue tratada de forma sistemática, y los gobernadores de Indias exigieron a los expedicionarios y colonizadores que regresaran provistos de relaciones sobre gentes, organizaciones, geografía, flora y fauna, minas y cultivos de las tierras que visitaban.

Los cargos de cosmógrafo y cronista mayor de Indias estaban dirigidos a recabar informaciones sobre la realidad indiana, y cuyo resultado final fue la acumulación de un abundante material etnográfico, origen de la Antropología cultural moderna.


En 1570, se confeccionó un cuestionario de 200 preguntas para recoger información antropológica y ser analizada de forma sistemática. Al mismo objetivo también respondía la Cédula, Instrucción y Memoria para la formación de las relaciones y descripciones de los pueblos de Indias elaborada en 1577. No fue un material al nivel científico de la antropología cultural actual, pero sí representó los inicios de dicha ciencia.

Fueron destacables las figuras de Bernardino de Sahagún, de José de Acosta y de Diego de Landa, padres de la Antropología cultural moderna.
 
 
 

Diego de Landa fue obispo de la archidiócesis del Yucatán entre los años 1572 y 1579. Logró reunir una gran información sobre la historia de los mayas, sus modos de vida y costumbres, y sus creencias religiosas. También consiguió entender el sistema vigesimal de las matemáticas y el calendario de esta civilización. Diego de Landa encontró algunas similitudes entre el Cristianismo y la religión maya en el aspecto de los ritos sagrados que consistían en sacrificios humanos y ofrendas de sangre, que relacionó con carácter sacrificial de la figura de Cristo, el cual había entregado su vida para salvar a la Humanidad.
 
Escribió Relación de las cosas del Yucatán (1560), su obra clave para entender el mundo maya durante su época. En ella hizo un relato de la historia de esta etnia, finalizando con una crónica del descubrimiento de aquellas tierras y la colonización española. Su obra ha sido la base de las posteriores investigaciones antropológicas de la civilización maya.
El franciscano Bernardino de Sahagún fue un hombre culto del Renacimiento. Miembro de la Universidad de Salamanca, fue el pionero en la elaboración de los primeros estudios de Etnografía moderna por medio de obras bilingües en náhuatl y español.

En 1525, fue destinado en Nueva España, allí fundó el convento de Xochimilco y el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde enseñó latín a los indios, e instruyó a jóvenes nahuas y al clero local. Continuó su labor misionera y formativa por varias pueblos y conventos, hasta que en 1547 se dedicó a la elaboración de su obra histórico-antropológica.
 
En la primera imprenta de Méjico publicó un Vocabulario trilingüe, en castellano, latín y náhuatl, y una Gramática del náhuatl, una Vida de San Bernardino, en náhuatl, y otras tantas como un Tratado de Retórica y Teología a la gente mexicana, un Arte de la lengua mexicana, un Manual del cristiano, un Calendario, etc.
 
Su obra monumental es Historia general de las cosas de la Nueva España (1557-1577), considerada la mejor fuente para el estudio de la antigüedad mexicana. Gracias a esta enciclopedia de la etnografía y de la historia de los mexicas, Sahagún está considerado el primer antropólogo de América. Está narrada directamente por indios conversos e ilustrada con multitud de dibujos, muchos de los cuales se encuentran en el Códice Florentino. La mayor parte de esta enorme investigación está dedicada a la naturaleza mejicana y a las costumbres de los indios de Nueva España. También trató sobre la antigua religión mexicana, con sus fiestas, ritos, ofrendas y cantos, gracias a la colaboración de los sacerdotes y notables del extinto Imperio azteca.
 
 
El jesuita José de Acosta estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá de Henares y trabajó como rector en la de Salamanca. En 1572, fue enviado al virreinato del Perú y más tarde al de Nueva España, regresando después a España, en 1578. Allí pudo observar la naturaleza americana y meditar sobre sus novedades. En Arequipa y La Paz predicó a los indios, observando sus costumbres y mentalidad, y pensando los medios más adecuados para su evangelización. Por tal razón fue comisionado para redactar catecismos y confesionarios en castellano, quechua y aimara.

De su experiencia americana brotaron obras como De procuranda Indorun salute (1575), De natura Novi Orbis (1589), Peregrinación del hermano Bartolomé Lorenzo, y De promulgando Evangelio apud barbaros, impresas conjuntamente en 1588 un volumen.
 
Todas estas obras sobre la etnografía americana fueron recopiladas en su obra más importante Historia natural y moral de las Indias (Sevilla, 1590), redactada ya en España, en siete libros, dedicando el V a la cultura mexicana, y el VI a la peruana. Redacta sólo lo que es novedoso en Europa, excluyendo los hechos y acontecimientos de los españoles que residían en América, y todo lo que afecta a la evangelización. Usa la historia moral con concepto diltheano, considerando que el estudio de los pueblos indígenas y su cultura constituyen una disciplina nueva: la Antropología cultural.
 
 
Insistió en la exposición de novedades y exotismos americanos, formando el Nuevo Mundo parte del mundo habitado. Proporciona numerosa información sobre metales, plantas, especies botánicas (patata, coca, guayabo, palta o agracate) y animales (chinchilla, vizcacha, cuy o tominejos). Fue precursor en el estudio de las variaciones magnéticas en su obra De la propiedad y virtud admirable de la piedra imán para navegar, en el cual trata sobre la posible existencia de antípodas, zonas tórridas o equinocciales, meteorología, civilizaciones azteca y peruana, etc.
 
En De promulgando evangelio apud Indos clasificó a los indios en tres grados:
1. los que conocen la escritura y poseen cierto grado de civilización.
2. los que no saben escribir, pero poseen gobierno, sociedad organizada y religión.
3. los salvajes que viven como bestias y poseen una organización rudimentaria.
 
Poniendo de acuerdo razón y experiencia, supone que el origen del hombre americano no es distinto al del resto y llega a la conclusión de que los habitantes americanos debieron llegar por tierra o alguna estrecha franja de terreno.
 
 
España participó en el nacimiento de la antropología cultural. El antropólogo inglés del siglo XIX, Edward Burnett Tylor, ofreció mucha importancia al descubrimiento de América, y al interés científico mostrado por los españoles en los Virreinatos del Perú y de Nueva España. Citó ampliamente a cronistas y naturalistas españoles: el doctor Hernández, Bernal Díaz, Torquemada, Boturini, Cieza de León, Garcilaso de la Vega, Oviedo, Piedrahita, Herrera, Acosta, Martín, Azara, etc.

El antropólogo, etnólogo y escritor estadounidense Lewis Henry Morgan citó 53 fuentes españolas para investigar la evolución de la humanidad.

El padre Wilhelm Schmidt, lingüista, etnólogo y antropólogo, concedió una gran importancia a las misiones españolas en América en su Historia comparada de la religión, obra escrita en 1940.

Y el profesor Fermín del Pino, en Los cronistas de las culturas indígenas de América: su valor antropológico (Sevilla, 1975) examinó traducciones de crónicas españolas en Inglaterra, Francia y Estados Unidos, que se consideran antecedentes de la Antropología científica de nuestro tiempo. Aunque algunos prefieren llamar Etnología a la labor desarrollada por los españoles en Hispanoamérica, en México y Perú principalmente.
 
 
 
Vía España Ilustrada