El intento buenista de convertir Afganistán en Suiza (la construcción de nación) siempre fue una pésima idea

Conviene ser claro en cuanto a mis valoraciones históricas. La decisión del denostado Presidente George Bush hijo de llevar a cabo una invasión del Afganistán dominado por los talibanes en septiembre de 2001, desde donde se habían planificado los atentados del 11 de septiembre, fue un gran acierto histórico.

Además, en poco tiempo se lograron gran parte de los principales objetivos que ahora, el Presidente Biden, aduce como justificación de su bochornosa capitulación:

  1. Derrocar un régimen ilegítimo y bárbaro, como era el de los talibanes (constituido en 1996)
  2. Poner fin a los santuarios de los que disfrutaban ampliamente las organizaciones terroristas y yihadistas en Afganistán.

Aparte de unos pocos agentes encubiertos de la CIA, las primeras tropas estadounidenses en entrar en combate en Afganistán en 2001 fueron las de un simple pelotón, de tan sólo 12 miembros, de las fuerzas especiales. Fueron transportados el 19 de octubre a una zona no muy lejos de la ciudad norteña de Mazar-e-Sarif, próxima a la frontera con Uzbekistán, desde donde había partido el pelotón en helicóptero. Actuando estrechamente en conjunción con fuerzas de la llamada Alianza del Norte, dicho pelotón posibilitó la toma de aquella población (dos y media semanas más tarde), tras enconados combates, constituyendo la primera ciudad afgana en ser liberada.

Salvo para almas muy delicadas, es muy recomendable la excelente –y bien documentada- película “12 valientes” –“Tropa de héroes”,​ en Hispanoamérica-; “12 Strong” es el título original en inglés, película que sigue estando fácilmente accesible en internet.

A partir de la página 75 de este  estudio del Ejército de EE.UU. figura la actuación de aquel pelotón y su encaje en la guerra.

 

Los ejércitos aliados posibilitaron la libertad de los afganos

Dicho sea de paso, frente a la estupidez sin límites de los progresistas, que fue EE.UU. y sus aliados quienes verdaderamente liberaron el país y quienes, con su presencia pacificadora han permitido todos los avances políticos y sociales que han experimentado los afganos durante 20 años.

Las críticas corrosivas de los progresistas y sus millonarias ONGs (financiadas por los George Soros de turno), sólo han servido para debilitar a la coalición y desacreditar al nuevo régimen democrático, el primero que jamás ha tenido Afganistán durante tantos años.

En nombre de un régimen político ideal, ajeno a toda corrupción, ineficiencia y a cualquier manipulación electoral, los progresistas han hecho todo lo posible por minar la que era –sin lugar a dudas- la mejor opción viable para Afganistán. Como la sabiduría popular ha sintetizado desde hace mucho tiempo: “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Seguro que no lo aprenderán, porque sus supuestas ansias de perfección suponen en realidad una palanca para echar abajo la sociedad tal como la conocemos.

[Nota: al final del todo de este artículo, figuran referencias bibliográficas y cinematográficas sobre la guerra en Afganistán]

 

Muy rápida derrota del régimen de los talibanes

El 9 de diciembre de 2001 (ver una cronología de la guerra) es la fecha que se maneja habitualmente como el final del régimen talibán en el país, con la salida del líder Mullah Omar de la ciudad de Kandahar, situada en el sur y capital espiritual para los integristas.

Esto es, en “88 días” (mes y medio) el primero de los objetivos inmediatos de EE.UU. estaba conseguido.

Quedaba aún mucho por hacer, referido a los objetivos a medio y largo plazo: evitar el hundimiento económico del país, prevenir su desmembramiento, poner en pie un régimen político que fuera básicamente democrático y viable, impedir el agravamiento de las tensiones entre etnias (pastunes, hazaras, tayikos …) y señores de la guerra regionales lo que podría desembocar en una guerra civil o una constante inestabilidad política, favorecer la constitución de una fuerza militar nacional suficientemente eficaz, etc.

Además, desde que desapareció el poder talibán, gran parte de sus propias fuerzas, así como los muchos miles de terroristas de diferentes organizaciones que vivían en Afganistán, literalmente se echaron al monte, a combatir –en una guerra de desgaste- contra las fuerzas occidentales y contra las autoridades civiles que se establecieran, desde elevadas y recónditas montañas. Y así ha seguido siendo desde comienzos de 2002 hasta la actualidad.

 

La eliminación de los terroristas fue mucha más lenta y nunca ha sido completa

Los terroristas extranjeros (de organizaciones no afganas) fueron siendo eliminados a lo largo de toda la primera década, pero desde comienzos de 2002 se encontraron en plena desbandada, preocupados ante todo de su propia supervivencia, en remotas y agrestes montañas, con una muy reducida capacidad ofensiva, tanto en el interior de aquel país como para golpear a naciones occidentales.

No obstante, nunca ha sido posible una absoluta erradicación de aquellas organizaciones terroristas. Por ejemplo, hace apenas un mes –antes de la caída de Kabul- terroristas de Al Qaeda estaban presentes y con un mínimo nivel de actividad en más de la mitad de las 31 provincias de Afganistán.

Por su parte, el Estado Islámico (ISIS – Daesh), aunque muy debilitado, sigue contando con una organización propia en Afganistán, el Estado Islámico del Gran Jorasán (ISIS-K) y sus efectivos habían sido estimados hace un par de años en unos 3.300, por un informe de Naciones Unidas.

 

La ejecución de Bin Laden en 2011

Uno de los objetivos de importancia de la invasión de Afganistán, la eliminación del dirigente de Al Qaeda, Bin Laden, cerebro de los atentados del 11 de septiembre, llevó nada menos que 10 años de esfuerzos conseguirlo. Tuvo lugar en mayo de 2011, bajo la presidencia de Barack Obama.

Barack Obama merece reconocimiento por haber adoptado la difícil decisión de llevar a cabo la operación encubierta en territorio de Pakistán, sin avisar a sus autoridades. Intervención que se produjo en el poblado de Abbottabad, justo al lado de la Academia Militar del despreciable régimen pakistaní, sin tener completa seguridad sobre el resultado que se lograría y sin que el personaje que se escondía en una casa con muy altas paredes exteriores hubiera sido totalmente identificado como el dirigente de Al Qaeda.

Bin Laden vivía allí, en una vivienda de tres plantas, en una amplia parcela con altísimos muros, en condiciones de completa autorreclusión y total anonimato, evitando absolutamente el uso de cualquier aparato de telecomunicación –que hubiera sido interceptado por la Agencia Nacional de Inteligencia de EE.UU.-, bajo la protección de las más altas autoridades pakistaníes, que habrían organizado su huida en caso de haber sido informadas por EE.UU. de la operación en ciernes.

(Ver la película “Zero Dark Dirty”; título en español, “La noche más obscura”. Es una cinta muy dura, polémica … y magnífica. Basada estrictamente en la historia real de la persecución de Bin Laden a lo largo de toda una década y su merecida ejecución)

 

La guerra contra el terrorismo

Haber mandado al otro barrio a Bin Laden constituyó un gran hito en la guerra contra el terrorismo islamista, guerra que algunos –con absoluta ingenuidad o mala voluntad- han querido ver como concluida hace tiempo, empezando por los progres españoles. El actual presidente del Gobierno de España, el izquierdista Pedro Sánchez (del PSOE), es un declarado partidario de la que llaman eufemísticamente pazzz internacional, esto es, pacifismo, espíritu de claudicación y recorte de los presupuestos nacionales de defensa.

 

El Presidente Joe Biden ha sido un derrotista toda su vida

Si respeto es lo que merece la decisión de Obama de 2011, de eliminar a Bin Laden, vergüenza es lo que corresponde al entonces Vicepresidente Joe Biden, quien recomendó a Obama “no llevar a cabo la operación”, por los “riesgos militares y políticos” que comportaba. Hace unos pocos meses, varios medios progres (como CNN y otros) intentaron echar tierra sobre esta bochornosa actitud del actual presidente, que denota la sustancial y prolongada actitud claudicante de Joe Biden en los asuntos militares.

Pero el profundo derrotismo de Biden arrance desde su más tierno comienzo en la arena política de EE.UU., según se ha relatado estos días en el diario de centro-izquierda The Washington Post. Ya en abril de 1975, “dos semanas antes de la caída de Saigón … un Joe Biden de 32 años de edad figuró entre los senadores convocados a la Casa Blanca para una reunión informativa secreta sobre [la guerra de] Vietnam. A pesar de su bisoñez, Joe Biden dio al presidente [Gerald Ford] un claro mensaje: ¨La situación en Vietnam [del Sur] era desesperada y EE.UU. debía salir de allí lo más rápido posible¨”.

La actual periodista del Washington Post, ha extraido la conclusión acertada: “Medio siglo después, la actitud de Biden en relación a la retirada de EE.UU. de Afganistán ha sido asombrosamente similar” [a la de 1975, respecto a Saigón].

 

¿Cómo alguien como Joe Biden ha llegado a presidente?

Lo que actualmente se estarán preguntando muchas decenas de millones de ciudadanos estadounidenses y gran parte de los dirigentes de Occidente, debe ser: ¿cómo es posible que semejante personaje haya llegado a convertirse en el Comandante en Jefe del Ejército de Estados Unidos? Lo que, en lenguaje español tradicional, equivale a afirmar: “que Dios nos acoja confesados”.

Los primeros que están obligados a responder a dicho gravísimo interrogante, son los dirigentes del Partido Demócrata.

Entre ellos figura la señora Kamala Harris, fracasada precandidata a las presidenciales de 2020 (tuvo que retirarse mucho antes de la convención demócrata por el escasísimo apoyo que suscitaba) y a quien Biden designó como Vicepresidente y representante del ala izquierdista del partido.

 

Lo que necesitábamos en Afganistán

Al día siguiente a que los talibanes tomaran el poder el 15 de agosto, respondía a la anterior cuestión John Bolton, en el más importante diario conservador británico, The Telegraph. Este político cuenta con una larguísima carrera como miembro ejecutivo de varias Administraciones republicanas, comenzando por la extraordinaria presidencia de Ronald Reagan, en los años 80, en la que fue Viceministro de Justicia (Assistant Attorney General). Con Donald Trump, fue uno de sus Consejeros de Seguridad Nacional, por lo que sabe de qué habla al tratar sobre estrategias para Afganistán. Ah, Bolton es calificado por los progres de halcón: benditos sean halcones como Bolton.

El principal error [acerca del sentido de la larga guerra en Afganistán], … [y un error] que Biden ha reiterado [hace un par de días] … es la noción de que hemos estado interviniendo en una guerra civil afgana. Muy al contrario, hemos estado librando una guerra de Occidente contra terroristas que sucede que se encuentran en Afganistán”, una orografía muy apropiada para disponer de campos de entrenamiento en lugares muy agrestes en los que permanecer escondidos y poder defenderse frente a tropas más potentes.

Emprendimos esta guerra [en 2001] por motivos estratégicos fundamentales: derrocar el régimen talibán [en el país] y destruir Al Qaeda. [De hecho,] obtuvimos un éxito substancial pero incompleto”.

Nos mantuvimos en esta guerra [durante muchos años] por razones igualmente acuciantes: evitar la reconstrucción de la capacidad de [organizaciones] terroristas para golpear a EE.UU. y sus aliados, y poder observar con mayor cuidado la evolución en Pakistán y en Irán”, esto es, obtener sobre el terreno muy valiosa inteligencia sobre lo que sucedía en el propio Afganistán y en sus peligrosos vecinos.

 

Resumiendo

Para los anteriores propósitos, “lo que necesitábamos [Occidente] era simplemente un socio militar [nacional] que pudiera mantener a los talibanes suficientemente bajo control[aunque no pudiera derrotarles totalmente] y que el Estado Islámico (ISIS-Daesh) y Al Qaeda no lograran santuarios suficientemente seguros para amenazarnos con nuevos ataques [terroristas, en nuestros países]No necesitábamos un ejército [afgano] perfecto, un estado central [nacional] muy sólido, ni que Afganistán se convirtiera en Suiza”.

 

Entonces, se les ocurrió practicar la construcción de nación (nation building) en Afganistán

John Bolton nos conduce un paso más adelante, en el análisis de “por qué ha salido malnuestra costosa intervención” en Afganistán. Costosa en vidas estadounidenses (2.352) y en fondos públicos de EE.UU.: 2,3 billones (con doce ceros) de dólares US, esto es, un 60% más que el Producto Interior Bruto de España de 2019 (antes de la contracción por la pandemia).

Tristemente … hay una cruel ironía [en aquel supuesto fracaso]. Después de que la coalición dirigida por EE.UU. derrocara el régimen talibán en 2001, los estadounidenses y otros se lanzaron, erróneamente, a una campaña general de construcción de nación” en Afganistán, lo que ha durado más de década y media.

Hoy en día, dicho esfuerzo para mostrar altruismo” (el voluntarismo de intentar llevar a un país del siglo VII –en el que vivía- al XXI, en sólo un par de décadas) ha contribuido a las posiciones que en EE.UU. han reclamado la retirada de Afganistán.

Muchos [estadounidenses] preguntan [ahora], con razón, por qué hemos gastado tanto en transformar la sociedad afgana y en construir una fuerza militar viable …”.

Un interesante informe del Washington Post, de 2019, lo expresa del siguiente modo:

Estúpidamente, Washington trató de reinventar Afganistán a su imagen, imponiendo una democracia centralizada [en un país con profundas diferencias étnicas y regionales] y una economía de mercado sobre una sociedad antigua y tribal que no estaba preparada para ninguna de las dos [medidas]”.

 

Política de construcción de nación (nation building)

La política de construcción de nación, consiste en un conjunto de acciones públicas (de los países aliados y de las organizaciones internacionales) en pro de un gran salto adelante del sistema económico y de las instituciones de un país, así como de la modernización de sus costumbres y valores sociales.

Esto ya se practicó, incipientemente, por ejemplo, para la reconstrucción de Alemania y Japón, destruidas al final de la Segunda Guerra Mundial … pero dichos países contaban con un sustrato educativo, social y técnico relativamente semejante al de los vencedores, esto es, EE.UU. y Reino Unido (la URSS, era un caso aparte). Dicho de otro modo, ambos países derrotados pertenecían plenamente al siglo XX, con sus peculiaridades nacionales, como todos.

Más tarde, EE.UU. aplicó una fórmula semejante en Corea del Sur, Vietnam e Irak.

Afganistán, muy al contrario que Alemania y Japón, se encontraba y sigue estando a años luz del s. XXI; no pocos analistas, lo sitúan en el equivalente al siglo VIII: la Alta Edad Media para Europa, en plenas invasiones de los bárbaros.

En la versión 2.0 de construcción de nación, en el siglo XXI, iniciada en Afganistán, a dicha acción pública central, se ha añadido el desembarco de una patulea de ONGs (a menudo, con recursos financieros millonarios) que, salvo las excepciones de rigor (que merecen respeto y respaldo), aterrizaron con un estricto programa ideológico … progresista, no occidental. Sin la aceptación de sus exigencias ideológicas, la ayuda económica o de otro tipo que ofrecían se ralentizaba o quedaba suspendida. Su supuesta acción humanitaria, se convirtió en intervencionismo puro y duro.

 

Acierto en la asistencia a la reconstrucción de las fuerzas militares y policiales de Afganistán

Lo que sí que ha sido una política acertada son los esfuerzos de asesoramiento que desplegaron EE.UU. y sus aliados a partir de 2002 para reunir, entrenar y organizar a las nuevas fuerzas armadas afganas y a su policía nacional. A pesar de las valoraciones demoledoras que, a este respecto, se están escuchando estos días sobre los afganos, el resultado que se consiguió con aquella ayuda fue suficientemente positivo.

Lo que ha sido no sólo un grave error, más bien una auténtica debacle para el ejército afgano, ha sido la total retirada militar estadounidense ordenada por el Presidente Biden, que ha desmoralizado a las fuerzas armadas y al régimen político democrático. Esto, ha echado por la borda, de un solo golpe, todo el dinero invertido y los esfuerzos de 20 años.

Por otro lado, deseo repetir lo que ya dije en un reciente artículo:

Llegado a este punto, es de justicia recordar que … unos 66.000 soldados y policías nacionales afganos han caído en estos 20 años en su lucha contra los talibanes y las otras organizaciones yihadistas. Esto es, el ejército y las fuerzas del orden afganas sí que han luchado en defensa de su nación … y han pagado un elevadísimo precio”. “Las víctimas mortales de EE.UU. han ascendido a 2.352”, esto es, 27 veces menos que la de los afganos.

Por último, quiero señalar que el 63% de todo el enorme gasto en la reconstrucción de Afganistán que EE.UU. hizo entre 2001 y 2019 (pág. 1, de este estudio), 133.000 millones de dólares U.S., se dedicó a la reconstrucción de las fuerzas militares y policiales afganas (incluido armamento, vehículos y aeronaves militares), lo que supone un acierto … ahora anulado por Biden, de un plumazo.

 

Los mejores años de Afganistán

Pero, lo primero es lo primero: el argumento interesado de que EE.UU. lleva en Afganistán “20 años de fracasos” –para justificar la actual deshonrosa retirada- es falaz. Como afirma el veterano redactor del Wall Street Journal, William McGurn (antiguo corresponsal en Bruselas y Hong Kong):

Los errores de EE.UU. en Afganistán han sido reales, numerosos y, a menudo, costosos. Pero tratar de invalidar el conjunto de la operación como un fracaso porque los afganos no se hayan transformado en [ciudadanos] belgas en 20 años, no es serio”.

Que se lo pregunten a “aquellos desesperados afganos que se están encaramando como pueden a los muros del [recinto del] aeropuerto de Kabul”, para intentar huir, porque están a punto de perder casi todo lo que han disfrutado en estos 20 años, con sus luces y sus sombras, que han sido los mejores de toda su historia.

¿Por qué habrían los afganos de hacer lo imposible por escapar de su país, si estos 20 años hubieran sido de “horrible opresión americana y de sus lacayos afganos”? Malditos progres.

 

¿Y los intereses de los ciudadanos afganos?

Hasta ahora hemos considerado lo que los ciudadanos y las naciones occidentalesnecesitaban obtener en Afganistán. ¿Porque somos egoístas? No, sino porque nuestras decisiones sobre si intervenir o no en Afganistán, cómo hacerlo, qué presupuestos dedicarle, etc. tienen que basarse, ante todo, en nuestros propios intereses (como siempre ha sido), aunque ese planteamiento sea denostado por el destructivo progresismo.

Los políticos progresistas, sus insolentes ONGs activas en Afganistán y sus financiadores multimillonarios, pretenden ser altruistas, pero realmente ansían controlarlo todo e imponer su visión de la sociedad perfecta:

“inclusiva” (o sea, sectaria, dejando fuera a todos los conservadores), “libre pensadora” (o sea, atea), “transparente”, “feminista” hasta la saciedad, “arco iris”, de disolución de la estructura familiar, “permisiva”, “ecologista”, “buenista”, “animalista”, “innovadora” como opuesta a todas las tradiciones locales, de rechazo a la historia del país por haber sido “racista” y “paternalista” … Vd., lector, puede seguir enumerando esas lindezas para Afganistán del paquete ideológico progre.

Pero la realidad es que, la opción realista, viable, para Afganistán que hemos mencionado arriba resultaba ser, también, la que más beneficiaba a los propios afganos.

Estas personas deseaban un ambiente de libertad, seguridad y mejora de sus condiciones de vida, pero -al tiempo- anhelaban profundamente una clara continuidad de sus estructuras familiares y comunitarias, así como de sus tradiciones y valoresestablecidos.

 

Colonialismo cultural, paternalismo e intervencionismo

¿Qué derecho tenía Occidente, ni cualquier otro grupo de países, para imponerles el conjunto de nuestras opciones sociales e ideológicas como requisito sine qua non para que recibieran nuestra ayuda financiera, que tanto necesitaban?

Únicamente es apropiado actuar en un país ajeno en pro de las opciones sociales que, en realidad, sean ampliamente aceptadas por la comunidad internacional, como los valores recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Pero el programa ideológico de máximos del progresismo occidental ni siquiera es ampliamente aceptado en las naciones occidentales, ya no digamos en los países en desarrollo como los de Hispanoamérica, India, África, etc., sino que se encuentran en el centro de un agudo y prolongado enfrentamiento “cultural” interno en Occidente, que los conservadores no damos en absoluto por perdido.

En todo caso, incluso la incorporación de los derechos humanos (de la Declaración de 1948) en un país muy atrasado y tradicional, como es Afganistán, requiere de un muy prolongado periodo de transición (bastantes décadas) y demanda acciones –públicas y privadas- de progresivo convencimiento de la población, no de medidas de imposición e insolente intervencionismo como las que se han presenciado en Afganistán.

El colonialismo cultural que se ha aplicado en Afganistán, desde las políticas progresistas (incluso bajo la segunda mitad de la presidencia de George Bush hijo), ha fracasado estrepitosamente, como era de esperar.

 

Acción civilizatoria que sea compatible con la independencia nacional

Occidente tiene el imperativo moral de hacer lo posible por ir extendiendo por el mundo los derechos humanos, pero reconociendo la independencia y la autonomía de las naciones menos avanzadas. Tal como se ha aplicado en Afganistán, la política de construcción de nación ha supuesto un avasallamiento de estos derechos fundamentales que toda nación tiene.

Pero, las sociedades atrasadas no van a incorporar los derechos humanos a su vida diaria ya sus instituciones si se les intenta imponer de un modo coercitivo, con total desprecio de sus costumbres y valores.

¿Puede alguien negar que, precisamente, el rechazo desconsiderado a esas tradiciones mostrado por las naciones aliadas occidentales está en la base del apoyo social del que siguen gozando los talibanes entre amplios sectores de la población afgana?

 

Las naciones se reconstruyen a sí mismas

Como dice uno de los analistas del centro de estudios conservador Heritage Foundation, James Carafano: “Las naciones no construyen [otras] naciones. Las naciones se reconstruyen a sí mismas … Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón reconstruyó Japón. Alemania occidental reconstruyó Alemania occidental. Desde luego, EE.UU. ayudó, pero no se puede ayudar a un pueblo que no esté decidido o no sea capaz de ayudarse a sí mismo. Aquellos países se levantaron de sus escombros y lograron resultados [positivos]”.

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Bibliografía

  • 88 days to Kandahar (A CIA Diary). Robert L. Grenier. 2015 (Simon & Schuster)

Parece que no hay edición española. El autor era director de la oficina de la CIA en Islamabad (Pakistán) en el momento de los atentados del 11 de septiembre y durante el año posterior. También responsable de los asuntos de Afganistán.

  • A Different Kind of War. U.S. Army. Mayo 2010. Detallado estudio militar.
  • Talibanistan: Negotiating the Borders Between Terror, Politics, and Religion
  • Peter Bergen and Katharine Tiedemann. Oxford University Press. 2013. Tapa blanda. ISBN-10: 0199893098

Consiste en una colección de estudios de investigadores sobre diferentes aspectos de esta guerra.

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Filmografía

  • 12 valientes - Excelente y bien documentada película sobre el primer pelotón (12 hombres) de Fuerzas Especiales de EE.UU. que comenzaron el combate contra los talibanes, al norte del país, en octubre de 2001. Pinchar aquí para leer la presentación en español de esta película, en Wikipedia.
  • The Outpost - Película dura, pero expresiva de la lucha contra los talibanes años después de su caída y de las sandeces de la nueva doctrina militar de construcción nacional”. Basada en la historia del final de un puesto de avanzada en una zona remota y aislada. Muchos de los soldados ganaron medallas por la batalla que se reproduce.
  • Zero Dark Dirty (Título en español: La noche más obscura) - Es una película sobre la persecución y final eliminación de Bin Laden, que es muy dura, polémica … y magnífica. Basada estrictamente en la historia real de la persecución de Bin Laden a lo largo de toda una década y su final ejecución.
  • Restrepo (2010) - Es un documental, sobre la vida diaria en un pequeño puesto avanzado de soldados, en el lejano valle de Korengal (nordeste de Afganistán), que también se conocía como el Valle de la muerte.
  • Armadillo (2010) - Es un documental sobre la vida en el puesto avanzado “Armadillo”, ocupado por soldados daneses, pero bajo el mando del ejército de Reino Unido, en la provincia sureña de Helmand, que era una zona fuerte de los talibanes.

A diferencia de las películas, estos dos documentales muestran la vida diaria de los soldados, incluidos sus periodos aburridos, sin más argumento. Su valor, es su autenticidad.

 

 

Vía A Orillas del Potomac