EL VIEJO BRIGADA - PARTE 3

Harris - Parte 7

-¿Kolstov o Koltsov, señor Harris? Michel Koltsov fue redactor jefe de Pravda. Por lo menos lo era hace diez años. 

-Ni idea. En el cable interceptado a un tal Antonio Mije, jefe de los comunistas españoles en Francia, pone Kolstov. 

 

Harris recordaba perfectamente aquella conversación con Pattee. Era la primera vez que oía el nombre de Kolstov.

 

-Tu amigo ruso, ¿no es cierto, darling? 

-Sí, Val, el viejo Igor. Nos parecía muy listo, muy hábil Kolstov, o Koltsov, y su equipo. La campaña contra España estaba realmente bien montada y no sabíamos qué podía hacer el informe de Richard Pattee por restituir la verdad. Seguramente en el Departamento de Estado se darían por enterados y luego actuarían en consecuencia. ¿Sabes lo que significa actuar en consecuencia para los políticos? 

 

Claude Harris no esperó una respuesta. 

 

-Significa, Val, actuar contra la verdad. En el fondo, el alma de un político es el alma de Pilatos: ¿qué es la verdad?, preguntó el romano; lo leíste en el colegio, ¿no? ¿No quiso, acaso, decir que la verdad es una puta mercancía? Una mercancía que sólo tiene el valor del interés político de los gobiernos. Si fuimos capaces de cederles a los rusos la mitad de Europa, ¿qué no haremos? 

-Déjalo, darling. Sé cómo sigue esa historia, dijo Valerie volviendo a poner orden bajo la barra. Pero esta vez Claude Harris no se fijó en el nalgatorio enhiesto y desnudo de su chica. 

 

Until that day the african continent will not know peace we africans will fight, if necessary and we know we shall win 

as we are confident in the victory of Good over Evil,  

of Good over Evil… 

 

Claude Harris se miró en el espejo. Hallaba un extraño placer en reconocerse en los espejos sin fondo. Ahí yacen dormidos los sentimientos olvidados, las medallas y los sables, las fotografías gastadas, el pañuelo oliendo a perfume, el cuaderno de órdenes, la sonrisa de algún moribundo, el frío que trajimos de Corea, la luna roja, el penúltimo dolor. Corea. Corea fue su siguiente destino. No esperaba nada de la guerra, sus ideales patrióticos estaban enterrados en Europa. Dudaba de su Gobierno tanto como confiaba en sus hombres. De modo que no le sorprendió en absoluto que Truman ordenase a McArthur mucha moderación en sus avances. ¿Es que pretendía dar tiempo a los chinos? 

Lo vio venir. La primera derrota, los contragolpes, la guerra enquistada. Luego Birmania, con Chennault, un disparate del Gobierno. Otro. 

Una borrachera en Seúl. ¿En Seúl? Donde fuese, no recordaba. Hablar más de la cuenta. Llamar hijos de puta a todos los políticos. Una pelea. Hastío. 

Y así un día. Y otro. Hasta consumir el permiso. Y un amanecer maloliente, un ruso. Un ruso al que tiene que encañonar. Un ruso que se equivoca con él. Un ruso raro. A lo mejor no se equivocaba con él. A lo mejor el hombre que andaba buscando el ruso se parecía a él por dentro. Porque, al cabo de unos días, presintió que el ruso andaba buscándose a sí mismo. ¿Y por qué no entenderse con un ruso? Lo hacen nuestros Gobiernos. 

 

-Me llamo Igor Kolstov. 

-¿Kolstov o Koltsov? 

 

… War up North, war down South, 

there is a war, is a war… 

 

Vietnam fue la puntilla. Ya era coronel. De Boinas Verdes. Un auténtico héroe. Pero fue la guerra más sucia de las tres en que participó. Prefería no hablar. 

 

-Usted estará aquí, en la frontera entre Laos y Tailandia. Se supone que usted y sus hombres no están aquí. Se supone que todo lo que le diremos que haga, no se lo habremos dicho nunca. Se supone que usted obedecerá. Se supone que usted nunca ha pisado este Centro. Se supone que usted no nos ha visto en su puta vida. 

 

Cumplió con creces. Se supone que soy un profesional, ¿no? ¿No cumplen millones de oficinistas, de obreros, en todo el mundo, en fábricas de mierda, en bancos de mierda, en laboratorios de mierda, por un sueldo más o menos alto, por alimentar a sus familias? ¿No cumplen los buitres de Wall Street, también empleados, atados a sus corporaciones con las cadenas de oro de un sueldo indecente y de unas participaciones, por alimentar su jodido egoísmo y sus jodidas mafias? 

We don’t need no more trouble, we don’t need no more trouble, what we need is love, love, to guide and protect us on. If you hope good down from above, 

help the weak if you are strong now… 

 

-Sí, yo cumplí como todo el mundo. 

-Por supuesto que cumples, cariño. No ahora, no ahora. Voy a arreglarme. 

-Cumplí como el viejo Kolstov. Sólo que al otro lado. 

-Claro, cielo. 

 

Y como Kolstov, Claude Harris sabía que él también participaba en la cadena de montaje del odio y de la mentira. Sólo que él estaba al final de este satánico engranaje. Porque ponía a disposición del odio y la mentira todas las armas que fuesen necesarias. Trabajaba para la Carlyle. Una misteriosa organización empresarial que promueve e intermedia toda transacción comercial que incluya armamento, en cualquier lugar del mundo. Traficantes de armas. Pero de altos vuelos y con inclusión de ex presidentes, ex secretarios de Estado, ex altos cargos del Gobierno en general y militares, en su brillante staff. 

 

-Pero me jubilarán pronto y gozaré de un dorado retiro aquí en Florida, junto a Valerie y sus chicas. ¡Ja, ja, ja! Estoy tan atrapado como mi antiguo amigo soviético.

 

Claude Harris escuchó el final de la canción. Podía haber sido su canción, pero era demasiado tarde. 

 

We don’t need, no more trouble, we don’t need no more trouble! 

Troubles we don’t need, we don’t need, Lord knows! We don’t need no more war, no more war, no more war, I say… 

 

Se despidió de Valerie con un beso. 

 

-Has vuelto a hablar solo, cariño. 

-Sí, es posible. Tengo ganas de jubilarme, ya sabes.

Uno acaba cansándose, Val.