Harris - Parte 6
La bombona de oxígeno cayó sobre el ruso como un mazo terrible. Soltó el cuello de María y se desvaneció exangüe. Detrás de la botella apareció Carmelo con cara de no saber si había hecho bien o mal.
-Perfecto, Carmelo. Nos has sacado de un buen lío.
-¿Yo?
-Sí, hombre, tú, insistió el brigada. Has dejado KO al animal éste.
-La verdad es que yo quería esconderme detrás de la bombona. He soltado un amarre y, pum, al suelo.
-Bueno, da lo mismo. Átame al tovarich; luego, lo subimos entre todos.
María, ¿estás bien?
-No, pero lo estaré, no se preocupe. Si me permite, brigada…
-¿Qué?
-Creo que este fulano era sincero.
-¿Intuición femenina?
-Es posible. Pero antes de quedarme dormida me había preguntado por las acciones y me había hablado de dinero, igual que a usted.
-Es curioso, sí.
La ambulancia, de nuevo en la carretera, andaba sin decisión, transparentando el dilema que Fran y Martorell tenían planteado.
-No tenemos demasiadas opciones, brigada. Si no vamos a Lyon y el ruso miente, nos habrá hecho dar un rodeo sobre el rodeo, no llegaremos a tiempo y nos cazarán.
-Eso suponiendo que el tipo sea leal a los suyos. Sin embargo, María cree que no lo es.
-Claro, brigada. Si el ruso dice la verdad, en Vienne o en Lyon nos esperan sus colegas. Es lo que él quiere evitar. No le interesa que nos pillen. Quiere sacar tajada de las acciones.
-Pero una traición así…Este elemento no es un agente cualquiera.
-¿Quién es, brigada?
-No lo sé, no lo sé. Hemos de interrogarle en cuanto se despierte. De momento, chico, acelera. Tienes razón: no hay más narices que ir hacia Vienne y Lyon. Quizá no entremos en Vienne. Y Lyon creo que está rodeado de suburbios industriales y pueblos que nos pueden permitir jugar al despiste.
-Vamos allá, brigada.
Fran imaginó que las estrellas dibujaban un interrogante blanco como una ballena blanca. Era la segunda vez que la ambulancia hacía de ambulancia y llevaba a un herido. Pero no iban a ningún hospital. Era muy probable que fuesen a algún sitio peor, al peor de los sitios. Fran rechinó los dientes. ¿Quién, por todos los diablos, quién era aquel ruso enorme?